16 de diciembre de 2014

ARROMANTICISMO

Si el romanticismo del XIX fue una revolución social frente al matrimonio concertado de la época, entendido como un negocio entre familias, y que supuso que los jóvenes pudiesen casarse contra la voluntad de sus padres, la situación inversa es el arromanticismo.

Si contraponemos los dos periodos nos encontramos con importantes diferencias, ya sea en cuestión de atenciones, como la galantería o en la pasión excesiva, como los duelos, que llegaron hasta la mitad del siglo XX, o los suicidios por amor tras leer las obras de Goethe. En contraste, el desamor y la falta de atenciones a la pareja.

Los hombres iban a recoger a sus novias a sus casas con un ramo de flores escondido en su espalda. Todavía queda algún poeta y cantautor que cada día envía una flor a su mujer y cuando le pilla de viaje, lo sustituye por un poema. Sorolla siempre regalaba flores a Clotilde y cuando estaba de viaje recogía pétalos y los introducía en un sobre junto a una carta romántica.

Ahora las mujeres se quejan de que ya no reciben flores. Seguramente la antes rentable profesión de vendedor ambulante de rosas por los cenadores está viviendo sus peores momentos. 

También se quejan de que ya no hay sorpresas, ni de flores, ni de encontrarse con el novio a la salida del trabajo.

Quizás el arromanticismo esté relacionado con la mayor igualdad o los cambios de posición económica. Hasta hace unas décadas había restaurantes en los que en la carta que se entregaba a la mujer no aparecía el precio. Parecía darse por supuesto que el dinero era cosa de hombres, ahora la mujer puede que sea la jefa de su pareja y le triplique en sueldo. 

Quizás el romanticismo se ha comercializado y se ha profanado con una fecha y un regalo hasta ridiculizarlo.

Quizás hay mujeres que hacen que un hombre se sienta ridículo si quiere parecer romántico.

El caso es que todo lo que se va vuelve, así que quien sabe, igual algún día vuelve el romanticismo.
 

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