LOS ÉXITOS, NUESTRA GUÍA. LOS FRACASOS, TAMBIÉN. 

Los éxitos y los fracasos quedan grabados en nuestra memoria. 

Si nos caemos nos tenemos que levantar. Nos levantamos más listos, con dolor, pero más listos. Hemos aprendido mucho con la caída. No hay duda de que volveremos a tropezar en la misma piedra, pero hemos aprendido.

Los éxitos no sólo nos enseñan sino que nos guían. Los éxitos nos descubren lo que somos capaces de hacer. Hay éxitos que nos sorprenden porque descubren nuestras posibilidades.

El éxito además genera más éxitos, como el fracaso genera más fracasos. El éxito abre la puerta a nuevas ambiciones que se ven reforzadas con el recuerdo positivo.

El fracaso nos genera inseguridad, las heridas tardan en cicatrizar. Sin embargo, el fracaso tiene la dignidad que le falta al triunfo. Es la satisfacción interna de haberlo intentado con todas nuestras fuerzas. 

Quizás en el fracaso esté la esencia del triunfo que realmente importa: haberlo intentado. Lo peor que puede sucedernos es llegar a una edad en la que nos reprochemos no haber tenido el valor de haberlo intentado y haber fracasado en el intento. 

Lo importante es poder decir a los nietos, yo luché por un sueño, pero se escapó y no lo pude alcanzar. Yo soy una persona que lo ha intentado.