EL SINCERICIDIO ¿Es bueno ser demasiado sincero?. Se puede decir todo, pero hay que cuidar el cómo. Decir las cosas sin pensar, aun acogiéndonos a la verdad, es demostrar que no se piensa, porque si pensase un poco, no mucho, lo justito, hay cosas que no se dicen: ¡pero como has engordado! Hay personas que creen que son sinceras por llamar gordo al gordo, como si no tuviese un espejo en casa para verse, o como si no lo supiese. Son personas que no recapacitan sobre el daño que pueden causar a los demás. Hay que ser sincero, pero en función del momento y del interlocutor. Seguramente el trabajo no es el lugar apropiado para contar algo demasiado íntimo y que puede tener una percepción diferente según la moral o la edad de quien lo escucha. En el momento en que una persona se sincera da pie a ser juzgada por su acto o su opinión. No se trata de ser reservado, sino de ser prudente. Hay que diferenciar entre la sinceridad, la verdad que molesta ser escuchada y el sincericidio, que es hablar sin pensar (que es cuando se dice lo que se piensa). Cuidado con los sincericidios en
el trabajo y en las relaciones personales, pueden salir muy caros.
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