LA ÉTICA DEL DESEO Y EL CEREBRO HUMANO Felicidad y placer o ¿felicidad o placer? Si bien es cierto que el dominio de los deseos nos hacen más fuertes y más libres desde una perspectiva ética, desde una perspectiva cerebral es una amputación. En el ejemplo de los niños a los que se les pone un caramelo en el pupitre y se les pide no comerlo. Sale el profesor de clase y cuando vuelve unos se lo han comido y otros no. En este ejemplo se ha comprobado por varias universidades americanas que los niños que resisten la tentación tienen una mejor proyección profesional. Sin embargo, el cerebro está creado para atender nuestros deseos, ¿cuál de ellos, el de comer el caramelo o no comerlo?. Seguramente el de comerlo. De modo que al no comerlo estamos amputando un deseo y una necesidad. La prueba de que el cerebro está preparado para “seguir viviendo”, en palabras de Spinoza, o para conseguir metas, es que cuando hay una depresión grave o un daño neurológico en áreas cerebrales como corteza prefrontal, se altera esa función cerebral de seguir satisfaciendo los deseos. Para los existencialistas franceses, el deseo, en referencia especial al deseo erótico, debía ser entendido como una prolongación del deseo existencial, no como una carencia, sino como algo añadido, como una necesidad, como una demanda de energía. Esto se evidencia en el cerebro
infantil, el cerebro infantil sin haber pasado por la educación,
la ética, etc. está hecho única y exclusivamente para
comerse el caramelo, atender al deseo. Luego llega la disciplina, los valores,
y se pone orden al cerebro. Lo que llamamos ética gana al cerebro
natural. Y probablemente se haga para bien, y sea mejor, pero sobre esto
hay una novela fantástica de la que prometemos hablar otro día.
Hoy basta con decir que lo importante es la felicidad, pero la felicidad
que permanece después de haber comido el caramelo, la otra dura
demasiado poco.
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