HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

EL HOMBRE QUE SIEMPRE SE ESCABULLÍA

Samuel Beckett y la hija de Joyce. Entre irlandeses.

Samuel Beckett, (Dublín, 1906-París, 1989), premio Nobel de Literatura en 1969, tuvo bastante relación con James Joyce (Dublín, 2 de febrero de 1882 – Zúrich, 13 de enero de 1941) y con su hija, de la que parece ser que se escabulló, con el enfado de Joyce.

La relación fue complicada, Beckett decía que Joyce llenaba y él vaciaba.

Beckett y Joyce eran muy de tertulias, así que pronto coincidieron. Les presentó el poeta Thomas MacGreevy. Este encuentro tendría consecuencias decisivas para el joven Beckett, principalmente en la labor de investigación para su última gran obra, que años después se titularía Finnegans Wake.

Beckett y Joyce, ambos dublineses, compartían además el hecho de ser expertos lingüistas y el interés por Dante y el experimentalismo literario.

En las vacaciones de verano de 1928, de regreso en Dublín, Beckett mantuvo su primera relación seria con una mujer, su prima de diecisiete años, Peggy Sinclair, pero el noviazgo apenas se prolongó unos meses.

Después Beckett mantuvo una relación con Lucia Joyce, la hija del escritor. Fueron a cenar un par de veces, al teatro, lo de siempre, y cuando ella le preguntó por algo más, Beckett le contestó que iba a su casa para ver a su padre, así que Lucía se puso de los nervios y culpó de la ruptura a su propia madre, seguramente por aquello de que las pobres madres aguantan todo. 

Pero la cosa se complicó y tras la depresión, Lucia acabaría padeciendo esquizofrenia. 

Las relaciones de Beckett con Joyce y su familia se extinguieron tras lo ocurrido, y el alejamiento de Joyce afectó profundamente al primero, quien confesó a su amante Peggy Guggenheim que estaba muerto y que no tenía sentimientos humanos, pero la literatura es la literatura y Joyce y Beckett se reconciliarían al cabo de un año.

Años más tarde, tras la publicación de la novela Murphy, de Beckett, Joyce sorprendió a su amigo citando de memoria una escena entera de la misma. Samuel, para agradecerlo, le dedicó un poema humorístico. 

De esa época proviene la leyenda de que Beckett había trabajado como "secretario" de Joyce, cosa que aquél desmintió: «No hay nada más lejos de la verdad. [...] Lo que ocurrió sencillamente es que, cuando la vista de Joyce empezó a debilitarse, casi todos sus amigos le ayudaron. Yo fui solo uno de ellos. Le hacía a veces algunos recados o le leía en voz alta. Le buscaba los libros que le interesaban y le leía algunos pasajes.»

Beckett dejó Irlanda por su participación como testigo de cargo en un pleito por difamación interpuesto por un tío segundo del escritor contra un viejo amigo de Joyce, el médico, escritor y libelista Oliver St. John Gogarty. El pleito "Sinclair vs Gogarty" se celebró a fines de noviembre de 1937 y fue ampliamente cubierto por la prensa británica e irlandesa. Lo que no se esperaba Beckett era en el juicio, el defensor de Gogarty, con el fin de desacreditar el testimonio de Beckett, le preguntó si había escrito un libro sobre Proust, aquel escritor que tanto «se había complacido en la psicología del sexo». Luego se refirió al segundo libro de Beckett (More Pricks than Kicks), y le llamó «alcahuete y blasfemo» («bawd and blasphemer»), lo que motivó al día siguiente un llamativo titular en el Irish Times. 

Se fue a Paris.

Samuel Beckett conoció a Peggy Guggenheim en una fiesta que organizaron los Joyce el día después de la Navidad de 1937. Peggy le pidió que la acompañara a casa. En sus memorias, Peggy ha contado que entonces "no dejó muy claras cuáles eran sus intenciones" pero que le pidió que se tumbara a su lado en el sofá. "Pronto nos encontramos en la cama, donde seguíamos al día siguiente a la hora del almuerzo". Beckett salió entonces a comprar champán y volvió con varias botellas. 

En una madrugada de enero de 1938, un proxeneta lo apuñaló. Más tarde, Beckett sólo recordaría que de pronto se encontró herido en el suelo. El arma le pasó rozando el corazón y se salvó por muy poco de la muerte. James Joyce consiguió para su lesionado amigo una habitación privada en el hospital. El caso es que luego no denunció al proxeneta porque dijo que era un individuo de trato agradable.

Peggy lo buscó por todos los hospitales. También lo visitó la pianista y jugadora de tenis Suzanne Dechevaux-Dumesnil, seis años mayor que Beckett, y que había tenido algún trato con él durante su primera estancia en París (1929). En esta ocasión, los dos iniciaron una relación y se convertiría en su esposa. “Ella me convirtió en un hombre”, dijo Beckett, “ella me salvó”. 

Fueron distanciándose y, en un punto, el alejamiento "fue bastante más serio". Peggy le escribió entonces a Beckett que quería despedirse de él. Hicieron un viaje a Marsella: el Delage de Peggy lo fue conduciendo el escritor. Luego tiraron hacia el norte. Pararon en Dijon, comieron en un restaurante horrible, buscaron un hotel. Beckett pidió una habitación doble. Se acostaron cada uno en una cama. Cuando estuvieron a oscuras, ella se deslizó en la cama de él, y "él se levantó y pasó a la cama que ella acababa de dejar". Peggy le preguntó "por qué había tomado una habitación doble si no tenía intención de que durmieran juntos". Beckett le contestó que una doble era "treinta francos más barata que dos sencillas". Al levantarse al día siguiente, pasearon por Dijon, y luego regresaron a París. Se separaron: Peggy había quedado con Yves Tanguy para viajar a la inauguración de una exposición de sus cuadros en Londres. 

Todavía tuvo un gran amor, Barbara Bray, aunque siguió con Suzanne.

En 1957 escribió “No, no me arrepiento de nada, lo único que me fastidia es haber nacido, es tan largo, morir, siempre lo he dicho, tan cansado a la larga”.

Cuando le otorgaron el Nobel en 1969 lo consideró “una catástrofe”.  
 
 
 
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