UNA PAREJA, UN SOLO GESTO, UNA SOLA CARA.

El dicho de que con el tiempo nos acabamos pareciendo físicamente queda demostrado en el laboratorio. 

Años de experiencia compartida y una base genética común -que se escoge inconscientemente con el fin de perpetuar nuestros genes- hace que las parejas terminen pareciéndose físicamente con el paso de los años. Esa es la explicación a la que llegaron científicos británicos que estudiaron a 160 parejas. 

Un estudio realizado por la Universidad de Liverpool, en colaboración con las universidades de Durham y de St. Andrew, demostró que las personas que viven mucho tiempo juntas terminan pareciéndose físicamente una a la otra.

Dos serían las razones que explican este parecido: por un lado está el factor personalidad que marca las facciones faciales y por otro, la base genética común que se comparte, porque a la hora de elegir una pareja, también escogemos un rostro que nos sea familiar.

EXPERIENCIA Y GENES COMUNES

Tony Little, profesor de la School of Biological Science de la Universidad de Liverpool y director de esta investigación señaló a La Nación, que a la hora de escoger una pareja, no sólo nos fijamos en compartir objetivos de vida similares, sino también inconscientemente semejanzas de personalidad y genéticas con la intención biológica de perpetuar nuestros propios genes.

Si a lo anterior se suma que de alguna forma, la personalidad marca las facciones faciales, el compartir años de vida juntos, experiencias y eventos, termina por definir rasgos similares en ambos miembros de la pareja. 

De esta forma, una mujer que tiene un rostro “sociable” elige de pareja a un varón que en su cara tenga rasgos que expresen esta condición de personalidad. 

Investigaciones anteriores, realizadas en humanos y animales, ya habían demostrado que a la hora de buscar una pareja, la propagación de la especie manda en la elección.

Es así como, biológicamente, nos gustan las personas que se nos parecen. En el caso de los animales, existen decodificadores genéticos que producen el intercambio de información que hace que el macho se acerque a una hembra determinada. 

Para los sicólogos genetistas, esta ley también funcionaría en los humanos, disparando sustancias químicas por algunas personas específicas.

En la investigación encabezada por Tony Little, participaron 22 personas (11 hombres y 11 mujeres) que debieron analizar las fotografías de 160 parejas casadas, sin saber quién estaba unido a quien. 

Por cada foto que veían, debían opinar acerca de la edad, el atractivo y la personalidad que podían tener estas personas. 

Los resultados demostraron que existían más similitudes entre aquellas personas que llevaban unidas más tiempo. 

El mismo equipo de investigadores está realizando un segundo estudio on line sobre la personalidad y la edad de los participantes, y sobre cómo estos factores condicionan y definen su propio atractivo. 

El análisis incluye tests de preferencias faciales, y examinará si las características físicas y de personalidad de los individuos participantes influyen en su elección de uno u otro rostro. Además, se quiere averiguar si la percepción de la información que nos dan los rasgos faciales varía si los individuos que la reciben están emparejados o no.  

El estudio de la Universidad de Liverpool, dio algunas pistas respecto a determinados rasgos que definen la personalidad de las personas.

De acuerdo a las apreciaciones que hicieron quienes tuvieron que analizar las fotografías, los ojos y la sonrisa son las características que más información aportan de una persona.

La forma de la cara es también determinante. La combinación de rasgos masculinos, una barbilla larga y cejas prominentes dan la impresión de una persona desagradable y poco colaboradora.