SER PADRES.

LA PACIENCIA DE LOS PADRES. CUANDO SE PIERDEN LOS NERVIOS. 

Una enfermedad de nueve meses y una convalecencia de por vida. Entre generar alarmismo y la desinformación seguramente hay un lugar de encuentro.

Hay situaciones conflictivas que desbordan a los padres y se pierden los nervios.

Desde la época en la que el padre primerizo se pasa días sin dormir porque el niño no para de llorar y no se sabe el motivo, hasta la época escolar en la que el niño se engancha a los videojuegos y no hace los deberes, y en la adolescencia o juventud con los problemas de horario, contestaciones, alcohol, etc.

En todas estas épocas los padres lo sobrellevan porque son padre, es decir “PACIENTES”, y se escucha a las abuelas decir aquello de que es “una enfermedad de nueve meses y una convalecencia de por vida”.

Y esto no quiere decir que tener hijos sea lo más maravilloso del mundo o que el amor por un hijo es algo incomparable, es simplemente reconocer que es una tarea de titanes.

¿Por qué se llega a perder el control? 

Los padres no son solamente padres, tienen muchas obligaciones, todas importantes porque de ellas dependen que sus hijos puedan comer. Es inevitable no traer a casa los problemas del trabajo. Por ejemplo, si a un padre le bajan el sueldo y el adolescente no lo comprende, o no modera los gastos de consumo familiar, es comprensible la desesperación del padre cuando lleguen las facturas.

La educación de los niños en las ciudades es muy complicada. No se les puede abrir la puerta y dejarles que se desfoguen por el jardín con sus amigos. Los niños se sienten encerrados y ese contacto constante impide que los padres tengan un poco de intimidad.

Luego está el “pasado de los padres” o sus propios traumas. Por ejemplo, si  no estudió pues que estudie el hijo para superar ese trauma, si se equivocó con la pareja, que sus hijos elijan más acertadamente, etc. Esto es humano e inevitable. El padre quiere lo mejor para su hijo y si conocer las consecuencias de ciertos errores propios es razonable que no quiera lo mismo para sus hijos.

La falta de paciencia paterna tiene dos etapas, la desobediencia infantil y el reto contante o rebeldía de la adolescencia.

Ante estas situaciones, el padre actual no quiere ser un déspota que lo solucione de una vez, no quiere ser el malo de la película, y aquí se equivoca. Tan malo es confundir autoridad con el autoritarismo como no educar, es decir, poner orden. 

Pero la sociedad, y especialmente la televisión, no ayudan a los padres. Cada vez son más frecuentes los niños déspotas que se creen reyes de la casa y que tratan a los padres como esclavos. Bastaría con hacer públicos los datos de incidencias de cualquier concierto para adolescentes, comas etílicos en menos de 16 años, peleas tanto entre chicos como entre chicas, droga, etc., todos estos datos los hemos confirmado con agentes de seguridad de estos actos y son alarmantes. ¿Por qué no se publican para concienciar a la sociedad del problema real?. Entre generar alarmismo y la desinformación seguramente hay un lugar de encuentro.

Los expertos coinciden en que a los padres y a los profesores le falta autoridad, pero nadie les quiere dar esa autoridad, por el contrario, se la dan a los niños.

Otra razón por la que se ha perdido la autoridad paterna es porque los padres actuales tienen pánico a no ser queridos por los hijos y para evitarlo hacen todo tipo de concesiones.

Si el padre tiene que elegir entre la relación sentimental o la autoridad, elige el afecto. Pero antes no era asó, antes la paternidad se fundaba la autoridad con ‘mano dura’ y sin debate. Un exceso ha llevado al otro.

Y entre padres, como secreto, no tenemos memoria, a los pocos minutos se nos olvida el disgusto que nos han dado. Qué se le va a hacer. PACIENCIA YA SERÁN ELLOS PADRES.
 

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