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LAS NUEVAS SOLEDADES: EL RETO
DE LAS RELACIONES PERSONALES EN EL MUNDO DE HOY
"Un libro que describe la sociedad
narcisista e individualista, donde estamos", según lo define la
propia autora, Marie-France Hirigoyen.
Marie-France Hirigoyen es psiquiatra,
psicoanalista y psicoterapeuta de familia especializada en la terapia del
acoso moral o acoso psicológico.
En todas las sociedades desarrolladas,
la soledad se ha convertido en un fenómeno social de creciente importancia.
Paradójicamente, las interacciones entre individuos son permanentes,
e incluso invasivas, pero una gran cantidad de personas experimenta un
doloroso sentimiento de aislamiento.
Ante esto muchas personas optan
por vivir solas. En este libro, Hirigoyen muestra que esta realidad es
fruto de una profunda mutación en las relaciones entre hombres y
mujeres, que aún no ha llegado a su fin.
En realidad, la soledad puede aportar
energía e inspiración: a cualquier edad, la soledad escogida,
sin dejar de estar disponible para el otro, es una fuente de plenitud,
un medio de salir de la superficialidad de una sociedad dominada por el
narcisismo y el culto a los resultados, señala la autora, que precisa
que quienes han elegido la soledad son más exigentes sobre la calidad
de las relaciones que mantienen con los otros.
Antes de empezar a escribir este
libro, dijo en una entrevista al diario el País “voy a empezar
pronto con algo que hace años que me preocupa porque lo veo todos
los días en la consulta: la soledad de la gente en nuestra época.
No hay comunicación, intercambio, vida afectiva o sexual: algunos
pueden pasar semanas así, completamente aislados, sin hablar con
nadie. Hay gentes que escogen la soledad: cada vez más mujeres,
por ejemplo, se van al campo o viajan solas; eso es una novedad de interés.
Pero hay verdaderos enfermos de soledad: no sé si veo más
hombres así, seres que no soportan la frustración, la angustia
de un abandono o que se encierran con una relación virtual ideal
que les destruye”.
Y añadía en esta misma
entrevista “necesitamos del otro, de otro que sea diferente: eso es
lo que no se acaba de aceptar. Los hombres no son como las mujeres, ¿se
comprende eso? Tenemos, en común, un panorama de soledad que nos
debe llevar a tener mayor disponibilidad para estimar la diferencia entre
sexos, individuos, culturas, etcétera. El presente es algo enriquecedor
y magnífico: somos seres disponibles al encuentro con el otro, los
otros. Hay que aceptar que nacemos solos y morimos solos, asumirlo; estar
disponible no a cualquier cosa, como la moda o el control de nuestros deseos
por el consumo, por esos tipos de hombre y mujer ideal o de sexo mercantilizado,
sino a lo simplemente humano. Para lo cual hay que aprender a ser exigente
en el respeto a la diferencia. Últimamente veo que no se acepta
bien esa diferencia con los otros, y me da tristeza. La diferencia es la
base de la riqueza de la comunicación entre las personas y entre
los sexos. Haré un capítulo sobre eso en mi próximo
libro. ¡Ah!, y esos encuentros entre individuos, mejor que sean entre
personas reales… Lo de Internet es un poco como la lista de la compra del
supermercado.”
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