ESTRÉS DEL BUENO Y ESTRÉS DEL MALO.

Las dos clases de estrés en la relaciones de pareja.

Hoy en día, las personas se enfrentan a un mayor nivel de estrés provocado por muchos factores, lo que está afectando a la salud y la felicidad personal. 

Uno de ellos es el alto nivel de rendimiento exigido en los trabajos. La pareja llega a casa cansada de trabajar. Ambos pueden considerarse incomprendidos por el otro, desagradecidos ante el nivel de esfuerzo aportado a la familia, la contribución a las tareas domésticas, cuidado de los hijos, etc. A esto hay que sumar el nivel de madurez en la pareja, la incapacidad de asumir la más mínima autocrítica, pensar que uno está en la posesión de la verdad absoluta y contestar a todo intento de explicación o diálogo con una salida de tono.

Se necesita un gran esfuerzo para mantener la armonía, pero esto son las consecuencias del estrés no el estrés en sí, porque hay  estrés bueno y estrés malo. El estrés bueno es imprescindible en la vida laboral. 

El estrés malo es más el resultado de algunas situaciones nuevas, que suponen desajuste, esfuerzo, incertidumbre, sensación de falta de control, descontento.

El efecto de este estrés malo será el cansancio constante, la falta de sueño o mala calidad del sueño, la irritabilidad o inestabilidad emocional a flor de piel, y una serie de emociones excesiva en la que todo molesta y todo parece hacerse contra la persona estresada.

Es fácil recomendar descanso o apartarse de los problemas, pero las personas deben seguir trabajando, intentando comprender a sus hijos adolescentes, soportando la falta de madurez de sus parejas, en definitiva, viviendo al límite. Quizás lo mejor es aprender a vivir con las dos clases de estrés, el bueno y que motiva, y el malo, que es inevitable en ciertas épocas de la vida en las que uno debe dar el 200 por 100.