EL DESVÁN. Psicología masculina.

¿TENEMOS VALORES?

¿Nada es bueno ni malo?. ¿Nada tiene consecuencias. ¿Es mejor así?

El sociólogo David Díez Llamas, autor del libro ¡Irresponsables!, ha abierto el debate al declarar que hoy en día nadie asume las consecuencias de las decisiones que ha tomado ni reconoce su responsabilidad cuando las cosas se tuercen. Lo usual en nuestra sociedad, y hay continuos ejemplos cotidianos, es señalar con insistencia la culpa ajena y airear las equivocaciones de los demás, pero nunca admitir las ocasiones en que el error nos pertenece. 

Según Díez Llamas, se ha pasado “de un entorno muy rígido, como era el de las sociedades de mitad del siglo XX, a otro, como el actual, donde las reglas son percibidas como cortapisas a unos derechos que podemos exigir en cualquier circunstancia”.  Y añade “No se trata de que unos valores hayan sustituido a otros, sino de que “no hay otra norma que la que dicta nuestra voluntad”.

“Todos debemos esforzarnos por asumir la situación desde el rigor y la responsabilidad. Hay que evitar conductas que lleven a agravar aún más la actual situación. Hay que preguntarnos que podemos aportar cada uno para superar está situación, que debemos rectificar. No sólo la equivocación está en el otro, es seguro que en algo nosotros también nos estamos equivocando”
David Díez se podría definir como una mirada crítica que considera que “la crisis no acaba sólo con medidas de política monetaria. Una crisis que se ha originado por conductas irresponsables exige modificaciones que nos lleven a una sociedad más responsable y ello es algo en el que todos debemos comprometernos”.

 “Hay muchas familias que en lugar de dar una propina semanal a los chicos para que la gestionen, les dan dinero siempre que lo piden. Con ese sistema no les educas. Tienen que acostumbrarse a manejar los recursos económicos, y no aprenden a hacerlo si no les pones algún límite. Si siempre que quieren algo se lo das, jamás tomarán conciencia de aquellas cosas que de verdad les enseñarán algo sobre la vida” Y esas son las actitudes generalizadas, asegura Díaz Llamas, en un contexto donde nadie se toma en serio los compromisos. El mejor ejemplo es el de los actuales matrimonios epidérmicos, donde “cada cónyuge va por su lado. Uno dice que no va a comer con la familia del otro, o que no se relaciona con los padres del otro y les parece bien. Son uniones con muy poca profundidad y muy pocas raíces. Por eso, a la mínima contrariedad, el edificio se cae. Cuando no hay profundidad, tampoco hay elementos que puedan reanimar la relación”.

Hace falta un cambio social radical, que por suerte está comenzando a darse 

 “Aquí no existe ninguna diferencia entre el que lo hace bien y el que lo hace mal. No premiamos al que se esfuerza ni castigamos al que se toca las narices. De hecho, el inútil y el que tiene talento muchas veces cobran lo mismo”. 

“Hay que retomar valores del pasado, como los ligados al esfuerzo y el sacrificio. Estamos en una sociedad totalmente acomodada, en la que cuesta mucho levantarse del sofá y por eso la gente no es capaz de cambiar el canal de la televisión si no tiene el mando a distancia en la mano. Esto no puede seguir así”. 
 
 

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