EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE A UN MURO

“Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces”. Lewis Carroll.

En otro lugar, en otro tiempo, fue a ver a un saxofonista que era muy bueno pero tocaba temas tan antiguos que … Bueno vale, era el jazz verdadero, pero era un jazz …

La noche anterior escucharon a un compositor de jazz que sí que era … 

Quizás demasiado jazz, demasiadas preocupaciones, demasiado cansancio, el viajero no estaba…

Aquella semana había sido terrible, había vuelto a sentir el miedo, ese miedo que viene cuando … 

A veces cuando uno está así se ofusca, se encierra en sus miedos.

El saxofonista paró de tocar y ganó tiempo contando algunas anécdotas. Decía que hay cosas que no se hablan en las parejas, ¿para qué?, ya se han hablado mil veces y siempre acaba igual … 

El viajero lo sintió como …. Ella también porque sabía de sus miedos, de sus reproches, de su incomprensión, de su intolerancia, o a lo mejor nada de eso, de su otra forma de pensar.

No hay nada que haya que perdonar. Nadie es quien para juzgar a nadie y menos para perdonar, no hay nada que perdonar, se acepta o no se acepta. Pero en las parejas la cosa cambia, hay cosas que no se aceptan, pero uno sigue. El viajero había huido tantas veces por sus miedos que ya había perdido la cuenta. No soportaba que una relación le trajese más sinsabores que …

El viajero estuvo a punto de …, ya casi le sale sin pensarlo. Y cuando llega se siente liberado, solo, pero liberado, sin miedos, pero solo. 

El viajero sabía que había llegado al muro que nunca podría saltar. Todos tenemos un muro, para unos es un principio, para otros un prejuicio, para otros egoísmo, para el viajero es la esencia, o la ética, o todo es mentira y quiere seguir viajando. 

El viajero había llegado al muro y sabía que era insuperable. Ella le dijo que lo sabía, pero que seguiría a su lado. El viajero ya sabía que le llegaría el reproche con el tiempo, pero era sincero, se sentía delante de un muro, no podía ni quería saltarlo, era el muro donde mil veces se había dado la vuelta, si lo saltaba ya no era él y quería ser fiel a sus ideas, a su esencia, a .., a lo mejor todo era una mentira y no había muro sino ganas de volver a recuperar la libertad que sólo el amor roba, quizás era una excusa, quizás era verdad, quizás era una verdad como excusa, quizás … pero fuese lo que fuese era un muro que le impedía entregarse como él quería y así no merece la pena. O todo o nada. 

Y allí seguía, delante del muro, sin moverse, delante del muro.

En el museo vieron una edición muy antigua de “Aladino in wonderland”, y comentaron que entre tanta cosa inglesa no hubiese algo de Alicia en el país de las maravillas. 

Y es que a veces pasan cosas que uno no se las puede creer. Al pasar por una librería se detuvieron ante el escaparate y escucharon a una señora mayor que decía a la otra con voz gatuna: ¿sabes dónde vas?, te sigo. 

Y al viajero se le cayó el muro recordando al gato mágico.
 

Alicia en el país de las maravillas. Lewis Carroll
 

Gatito, gatito, dijo, un poco tímidamente, ya que no sabía si le gustaba que le llamasen así; pero al Gato se le ensanchó la sonrisa. Ante esto, Alicia pensó:"Vaya, de momento parece complacido", y prosiguió: --¿te importaría decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí? --Eso depende en gran medida de adónde quieres ir, -dijo el Gato. --¡No me importa mucho adónde...! --dijo Alicia. --Entonces, da igual la dirección --dijo el Gato. Añadiendo: ¡Cualquiera que tomes está bien...! --¡Gracias añadió Alicia a modo de explicación.

-¡Ah!, dijo el gato: --ten la seguridad de que llegarás, sobre todo si caminas bastante, añadiendo: ¡...Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.!"

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