VIAJE A LA GENEROSIDAD. Un encuentro con un desconocido. Pasaron el día en una playa maravillosa. Era un día de primavera en el sur. Fue uno de esos días previos a las excursiones por los pueblos de interior donde el viajero descubrió que mantenían las tradiciones de su niñez. Tras una mañana larga de playa ella tuvo hambre y el viajero sabía que tenía que buscar un restaurante urgentemente. Preguntó a unos desconocidos, un señor mayor con su hijo y sus nietos. El señor mayor les pidió que le acompañasen hasta un restaurante al otro lado de aquel pueblo blanco. El paseo fue largo y corto en la conversación. Llegaron al restaurante, comieron. Ella estaba radiante, casi morena dentro de que nunca lo consiguió, se veía de lejos lo que sentían. El camarero se acercó para decirles que habían sido invitados por un señor mayor que ya se había ido. Recogieron todo deprisa para encontrarles, les alcanzaron y ella le pidió al viajero que comprase unos pasteles para los niños. Ella le dijo que no podía comprender la generosidad de la gente de aquel país, el viajero no podía comprender la generosidad de la gente del suyo. El viajero no puede vivir una primavera
sin recordar aquella playa, aquel día cada vez más lejano,
aquel agradecimiento por la generosidad del desconocido, aquel hambre que
sólo se tiene en la juventud.
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