EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE AL CUMPLEAÑOS DE UNA JOYA.

Tú la joya y yo el joyero. 

Todo empezó con un joyero, un regalo muy antiguo, muy al principio de todo, un regalo que ni siquiera era para ella, era uno joyero que a saber donde andará. Empieza el viaje.

El viajero sabía lo que valía la joya, como aquel cuento en el que un joven discípulo preguntó a su maestro por el valor, el verdadero valor que debemos dar, y el maestro le dio una piedra preciosa y le mandó a hablar con todos los mercaderes. Uno le ofreció verduras a cambio de la piedra, otro unas herramientas, y cuando llegó a un joyero, un joyero honrado de esos de los cuentos, le dijo que no tenía dinero con que pagar algo tan valioso. El viajero se había transformado en joyero y sabía lo que valía aquella mujer.

Paseaban por la playa y una niña comía un polo helado de fresa con la forma de un corazón, un corazón helado. Fue la primera vez que el viajero dijo que tenía que felicitar un cumpleaños, pero los que le conocemos sabemos que es incapaz de llamar el mismo día en que llamarán todos los del gimnasio, el trabajo, la familia, los de la discoteca, los ex, todo eso…

Pasaron unos días, volvimos a pasar por el mismo sitio, una especie de mirador entre dos playas. Estaba cayendo la noche y subía la marea. Vimos a una pareja joven que subían a dos niños a caballito y cruzaban corriendo para no mojarse de una playa a la otra. Fue la segunda vez que dijo que tenía que felicitar un cumpleaños, pero seguro que no lo hará, no le gustan los días numerados.

Fueron todos a bailar y anunciaron el cumpleaños de una desconocida, la cosa iba de salsa y todos rodearon a la mujer que cumplía años para que bailase con todos ellos, todos bailando. El viajero hizo algo muy extraño, encendió un palillo y lo clavó en un pincho de tortilla abandonado. Cuando lo sopló para apagarlo susurró “feliz cumpleaños”.

La última vez que habló del cumpleaños fue una noche de flamenco. 

Fueron todos a ver a un cantaor flamenco que conocían y el viajero le pidió una joya antigua, una taranta que se titula “Tú la joya y yo el joyero” y que dice:

tú la joya y yo el joyero
tú el agua y yo la corriente
tú la joya y yo el joyero
tú el pueblo y yo la gente
tú la máquina y yo el fuego
tú el pecado y yo el penitente.

Todo empezó con un joyero, un joyero para una joya que sabe que el mejor sueño está por llegar.

Todo empezó con un joyero, un regalo muy antiguo, muy al principio de todo, un regalo que ni siquiera era para ella, uno joyero que era una carta de presentación del viajero. Feliz cumpleaños, tú el pecado y yo el penitente, susurró el viajero cuando acabó la taranta.


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