EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE AL CÍRCULO

Viaje al anillo de la excelencia. La proyección de la única ella sobre todas ellas.

Se reunieron para cenar varios amigos filósofos, matemáticos, científicos, y ella les puso a bailar a todos. Y es que hay que tener mucho cuidado con quien se habla de círculos porque lo entienden por vueltas salseras.

Los amigos querían hablar de la física en los círculos, de cómo cualquier figura geométrica introducida en el círculo adquiere la perfección circular, el universo circular, las deidades primitivas circulares, la luna y el sol, querían hablar de como las ondas que se forma en el agua en un estanque cuadrado se convierten en circulares, de los viajes a poblados circulares en África, con casas circulares dentro de poblados circulares, de viajes de poblados judíos al este de Europa con estructuras circulares superpuestas, de museos en Alemania que integraban círculos para que no hubiese delante y detrás, siempre entre círculos, de viajes a Suiza para ver circuitos subterráneos de la ciencia que sólo pueden ser circulares, pero ella, que no era ella, sino la proyección de la única ella sobre todas ellas, les hacía dar vueltas de salsa.

Empieza el viaje al anillo de la excelencia.

La noche empezó por la excelencia y acabó con los círculos, los círculos de la excelencia. Bueno mejor, se empezó cenando y se acabó bailando, que también es un círculo perfecto.

Ella dijo que una pareja debe buscar la excelencia. Entonces el amigo filósofo tiró de Aristóteles y aclaró que "la excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía." "Somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito".

Luego siguió con Séneca y recordó que “la vida es como una obra de teatro: no es la duración, sino la excelencia de los actores lo que importa”.

Ella le contestó sin mirarle (la verdad es que andaba preocupada buscando sus zapatos de baile, que siempre tiraba al aire después de una noche de baile, y luego cualquiera los encuentra) y le dijo:  no es esa la excelencia, es la otra, la del amor, "ante la excelencia no cabe más que el amor", decía “Schuster”, digo Schiller, que se me va la cabeza y es que estaba pensando que “mit anderen Worten, Schuster, bleib bei deinem Leisten”.

El amigo matemático calculó las probabilidades de encontrar sus zapatos, pero luego siguió con los círculos. En matemáticas, en los campos de álgebra conmutativa y geometría algebraica, un anillo excelente es un anillo noetheriano conmutativo. Esta clase de anillos fue definida por el matemático Alexander Grothendieck y es parte de la geometría algebraica o teoría de los números excelentes, y la excelencia de un anillo está estrechamente relacionada con la resolución de las singularidades. 

El matemático Alexander Grothendieck decía que un anillo se llama geométricamente regular si por cualquier extensión finita el anillo es regular. Los anillos de la serie de potencias convergentes en un número finito de variables son excelentes. Cualquier álgebra de tipo finito sobre un anillo excelente es excelente. El problema viene con los anillos cuasi-excelentes que están estrechamente relacionados con el problema de la resolución de singularidades, y esto parece haber sido la motivación de Grothendieck para su definición. Grothendieck observó que, si es posible resolver las singularidades de todos los anillos completos, entonces es posible resolver las singularidades de todos. Con este teorema todas las singularidades de los sistemas de excelente se pueden resolver. 

Y cuando le pidieron a Grothendieck que lo explicase dijo que las semillas, cuando las dejas hirviendo durante un rato, acaban descascarillándose, la cáscara se rompe y queda la semilla.

Tras decir esto, Grothendieck  se escapó a los Pirineos, trató solamente con la gente local, y pidió que no se hablase de él.

Ella quería comprender lo que no quería explicar el viajero, que le dijo, una y otra vez, que ella no podía comprender lo explicable, ni atar cabos, porque no todo es fría lógica o razón, no todo es explicable.  A veces la razón se queda a medio camino, hay que ver por encima de la razón, y lo que se ve es un mundo que resta libertad …, por eso el viajero no quería hablar del tema, porque sólo quería la libertad, incluso la libertad que salta sobre los escrúpulos.

El viajero recordó una tarde junto al Himalaya.  Mientras paseaban, le contaron la leyenda del joven discípulo que pide al maestro que le enseñe todo lo que hay que saber, el maestro guarda silencio. El laurel silvestre estaba en flor y perfumaba el aire. El maestro preguntó: “¿sientes la fragancia?”. El discípulo cerró los ojos, aspiró y asintió; dijo: “siento el aroma, maestro”. Entonces respondió: “Ves, no te he ocultado nada”, no tengo nada que enseñarte.

Ni le viajero, ni nadie podía  explicar lo que se siente cuando se siente, se respira, se sufre, se vive .... Eso escapa de la fría razón y llega por algo que no tiene nombre, pero que se parece a la percepción o  intuición. Si no se quiere escuchar a este sexto sentido, nada ni nadie pueden hacer nada.

Y luego un amigo científico que vivía por esa parte de Europa, les dijo que habían descubierto que la vida tuvo una oportunidad para abrirse paso en Marte, que hubo una oportunidad porque hubo agua, que hace 2000 o 3000 años hubo agua y que lo sabían por unas arcillas. 

El agua, los círculos, Marte, todo se mezclaba, hasta que ella les metió prisa con la cena porque llegaban tarde a un acontecimiento de baile. Menos círculos y a dar vueltas. El viajero la cogió de la mano y la hizo dar una vuelta a ritmo de salsa, justo antes de salir escopetados a bailar, o a ver bailar, a ver círculos, círculos perfectos.

¿Te acuerdas cuando paseabas junto al lago, ya sabes el lago del pequeño parque de tu ciudad, y lanzaste una piedra?,  preguntaba el viajero a la bailarina. ¿Recuerdas como te quedaste mirando las ondas, los círculos perfectos que se expandían del mismo modo que lo hace la luz de las estrellas …?. Ya sabes, cuando empezó a llover y mirabas las gotas de agua caer en el lago. ¿Te acuerdas cuando el último círculo volvió desde el otro lugar del mundo en forma de música, con una canción que …?. 

Ella se quedó mirando al viajero y le dijo, pero si estaba con …,  ¿cómo sabes que pensé esto?. 

Y el viajero contestó sinceramente, estaba sin estar al otro lado del lago, que es donde se está cuando se está y uno no puede ser visto, pero ella le acertó con una de las piedras, o a lo mejor con una de las ondas circulares que se formaron al caer la piedra en el lago, ya sabes, el lago del pequeño parque de tu ciudad, dijo el viajero. 

Otra vez mira antes de tirar piedras, vale ..., advirtió el viajero antes de pedir dos vermuts.

Y ella le contestó sin pensarlo ¿recuerdas cómo era tu vida antes de conocerme?. 

Y el viajero contestó en voz alta que antes tenía cáscara, que le faltaba un hervor. 

Entonces la gente se quedó sorprendida de que hablase solo, porque ella estaba sin estar, al otro lado del lago, que es donde se está cuando se está y uno no puede ser visto. 

Y cuanto más miraba, el viajero sólo veía la proyección de la única ella sobre todas ellas, sin poder salir del único círculo perfecto. Pasaban los años y sólo estaba ella para el viajero, lo demás era cáscara, porque un círculo no es más que dos vidas que se unen de principio a fin y dan vueltas y vueltas, y eso es tan perfecto que no se puede separar, como la música africana, que tiene dos frecuencias o escalas de ritmo largas y cortas, círculos dentro de círculos que se replican en diferentes círculos y con esto simbolizan la continuidad con los que nos precedieron, pero que siguen ahí, porque el círculo es la geometría sagrada de los primeros humanos que miraron al cielo, el sol, la luna. 

Y cuanto más miraba, el viajero sólo veía la proyección de la única ella sobre todas ellas, sin poder salir del único círculo perfecto.

Y cuanto más miraba, el viajero sólo veía la proyección de la única ella sobre todas ellas, sin poder salir del único círculo perfecto. 

Y cuanto más miraba, el viajero sólo veía la proyección de la única ella sobre todas ellas, sin poder salir del único círculo perfecto.
 
 

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