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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

BEETHOVEN Y UNA VIENESA.

Tres cartas y un amor imposible. Un secreto. 

EL

Beethoven nació el 16 de diciembre de 1770 y desde niño mostró habilidades musicales por lo que su padre, siguiendo el ejemplo de Mozart, le presentó con ocho años en Colonia en un concierto de piano, y en 1781 le llevó a una gira a Holanda.

Beethoven recibió lecciones, además de su padre, de Pfeiffer, van der Eeden, Rovantino, los PP. Koch y Zeese, pero con dieciséis años visitó a Wolfgang Amadeus Mozart en Viena, de quien recibió algunas lecciones.

Mozart dijo “Escuchen a este joven; no lo pierdan de vista que alguna vez hará ruido en el mundo”.

Con veinticinco años Beethoven empieza a padecer la sordera. Escribió en su diario “¡Valor! A pesar de todas las flaquezas del cuerpo, mi genio triunfará... ¡Veinticinco años!. Los tengo ya, y es necesario que en este año el hombre se revele todo entero”.

 

ELLAS

Beethoven no llegó a casarse.

El gran amor de su vida fue Antoine von Birkenstock, casada con Franz Brentano. Antoine ha pasado a la historia como la inmortal “bienamada”, como es llamada en sus tres misteriosas cartas, pero otros historiadores creen que podrían ser tres mujeres, Giulietta Guicciardi, y sus primas, las hermanas Josephine y Therese de Brunswick.

De las tres estuvo enamorado sucesivamente Beethoven, aunque se discute si ese amor se quedó o no en lo “puramente platónico”, debido a que el estatus social de un músico no era en aquella época tan elevado como para aspirar a la mano de una aristócrata.

Se ha llegado a apuntar que Beethoven era en la realidad bastante misógino, y que la mujer de la que estaba enamorado era un ideal que sólo existía en su mente, de ahí que cortejara a damas que sabía de antemano que le iban a rechazar.

En 1801, con treinta años, completamente sordo, conoce a Giulietta Guicciardi, a quien inmortalizó con la dedicatoria de su Sonata “Quasi una fantasia”, que será más tarde conocida como “Claro de Luna”.

En 1806 compuso la cuarta sinfonía, que algunos críticos han creído que fue inspirada en el amor de Teresa de Bruswick, aun cuando otros musicógrafos han investigado minuciosamente el supuesto amor de Beethoven, y lo han rechazado categóricamente calificándolo como un infundio, basado en un relato de dudosa autenticidad publicado en 1890 y narrado por Mariam Tengert, que se decía confidente de Teresa.

Cuatro años después se enamora de Teresa Malfatti, con la que pensó contraer matrimonio, como lo comprueba una carta fechada el 2 de mayo de 1810 en la que solicita al Dr. Wegeler documentos personales para ese fin.

Realizó la petición al padre de Teresa a través de su amigo Gleichenstein y recibió como contestación la siguiente observación de un tío de la propia interesada,“Beethoven es un hombre muy torpe de entendimiento, aunque puede ser el más grande de los genios”.

En 1811 cortejó a la bella cantante Amelia Sebald, que se casó más tarde con un consejero de Estado.

 

ELLA. VIENESA, POR SUPUESTO.

Antonie von Birkenstock era vienesa, por supuesto.

Diez años más joven que él.

Se había casado a los dieciocho años con el comerciante Franz Brentano, quince mayor que ella. Tuvieron un hijo pero murió al año de edad. Le siguieron cuatro hijos. Según Solomon era un matrimonio infeliz, pero la correspondencia muestra que él siempre fue especialmente atento con su mujer. Curiosamente les presenta la cuñada de Antoine, Bettina Brentano, con quien se cree que Beethoven mantenía un romance. Los Brentano estuvieron dos años en Viena, pues ella evitó en lo posible la vuelta a Frankfurt.

Cuando Antonie estaba enferma, Beethoven tocaba el piano para ella y así empezó todo. El poder de la música y la amistad durante la enfermedad.

En 1812, Antoine abandona Viena y Beethoven escribe las tres famosas cartas de amor.

En las cartas que se supone iban destinadas a ella, escribía:
 

“Mi ángel, mi todo, mi yo mismo”.

“El amor lo exige todo ...” .

“Mi tristeza no puede cambiar el hecho de que no seas completamente mía”.

“Aunque tu me amases, yo te amo más”.

“Tu amor me hace el hombre más feliz y, al mismo tiempo, el más infeliz de todos”.

“Llegaré tan lejos hasta poder volar hacia tus brazos y poder decir que estoy en casa porque estoy contigo”.

Pero ella no le correspondió.

“No quiero abandonar a mi marido que siempre ha sido tan afectuoso conmigo.”

Ante una respuesta así quien puede resistirse a un amor eterno.

Antonie Brentano murió en 1869, con ochenta y nueve años.

BEETHOVEN Y LOS VIENESES.

Durante el Congreso de Viena era el hombre más popular. Escribía a su amigo Amenda “En tus cartas no necesitas poner más dirección que mi nombre”. Esto sin contar con que se cambiaba constantemente de casa.

Era asistente habitual a los paseos del “Prater” (por donde actualmente se llama “Sendero Beethoven”).

En 1815 fue honrado por Viena con la “ciudadanía honoraria”.

Sin embargo, los vieneses, como son como son, no dejaban escapar un detalle,“Era bajo, moreno, con el rostro achatado y picado de viruelas, la boca delicada, con el labio inferior saliente y hoyuelo profundo en el mentón; sonreía bondadosamente y había en su conversación, a menudo, un tono amable y alentador. En cambio su risa era desagradable, violenta y gesticulante, rápida” (Moscheles). Cuando se le sorprendía sentado al piano, “Los músculos de su rostro se le saltaban, sus venas se hinchaban, los ojos salvajes se hacían dos veces más terribles” (Klöber). “Sus ojos parecían que cambiaban de color, en ocasiones se veían grises, azules o verdes”.

Beethoven pasó los últimos años de su vida totalmente aislado por su sordera, relacionándose solamente con algunos de sus amigos a través de los “cuadernos de conversación”, que le sirvieron como medio de comunicación cuando ya era del todo sordo.

En 1826, Beethoven fue operado de hidropesía pero no se repuso y falleció el 26 de marzo de 1827 de neumonía.

Allí estaban los vieneses. Entre las veinte mil personas que asistieron al entierro se encontraba Schubert, gran admirador suyo, y ante aquella multitud, Grillpazer, al terminar la oración fúnebre, dijo “Éste por quien llevamos luto, se encuentra desde ahora en adelante, entre los grandes de todos los tiempos. Recordemos esta hora y pensemos, estábamos allí cuando le enterraron, y, cuando él nos dejó, lloramos”.

Pero como Viena no es Viena por casualidad, en toda la ciudad aquel día no se abrieron las escuelas.
 


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