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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

ALFONSINA STORNI, UNA MUJER.

Yo soy como la loba, ando sola y me río... El hijo y después yo, y después,...¡lo que sea!

Fue una gran defensora de los derechos de la mujer y desde su posición de poeta argentina de principios del siglo XX trató a los hombres de “igual a igual”, en una época en el que este tipo de actitudes suponían innumerables críticas.

Un ejemplo, de su lenguaje es su famoso poema “tú me quieres blanca”.

TÚ ME QUIERES BLANCA

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos 
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:

Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Lamentablemente, todo el mundo conoce a Alfonsina Storni Martignoni (1892 - 1938), por su trágica muerte, pero es que su suicidio inspiró la canción Alfonsina y el mar”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, que ha sido interpretada por innumerables cantantes. 

Cuando Alfonsina tenía diez años, el negocio familiar era el “Café suizo”, donde la niña lavaba platos y servía las mesas. Su padre, depresivo y alcohólico, falleció en 1906. 

Alfonsina se hizo maestra tras años de penuria económica, pero en el segundo año escolar decidió ganar un dinero extra los fines de semana, para lo que viajaba a Rosario a cantar en un tabladillo cabaretero. 

Cuando en el pueblo donde es maestra, Coronda, se enteraron de que actuaba como corista, no tardaron en humillarla durante un acto escolar. 

Se instaló en el puerto de Rosario y trabajó como maestra. Empezó a publicar sus primeros poemas en las revistas locales.  

En esa época conoció al padre de su hijo, Carlos Arguimbau, un hombre casado, veinticuatro años mayor que ella, del que se dice que era culto y que tenía cierta importancia política, llegando a ejercer el cargo de diputado provincial.  Carlos Arguimbau escribía artículos periodísticos y era amante de la literatura, llegando a escribir alguna obra de teatro. 

Es interesante conocer que Alfonsina mantuvo en secreto hasta el día de su muerte el nombre del primer amor de su vida y padre de su hijo. Misterio que no fue develado públicamente hasta 1976, treinta y ocho años después del suicidio de la escritora. La persona que se encargó de averiguar y publicar ese dato fue Carlos Alberto Andreola, en la introducción de su libro “Alfonsina Storni: vida, talento, soledad”

En enero de 1912 viajó a Buenos Aires, embarazada, sola, sin dinero y una maleta con sus versos y obras de Rubén Darío. 

Se hospedó en una humilde pensión hasta que el 21 de abril nació su hijo, Alejandro Alfonso Storni. Más tarde, madre e hijo se mudaron a una vivienda que compartían con un matrimonio. Para subsistir y mantener a su hijo trabajó como cajera en una farmacia y luego en una tienda. En algunas ocasiones, también realizó labores de modista. 

Yo soy como la loba, ando sola y me río... El hijo y después yo, y después,...¡lo que sea!

Siguió escribiendo y publicando. Con el tiempo mejoró su situación económica y viajó frecuentemente a Montevideo, donde conocería a la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y al que será su compañero, el escritor, también uruguayo, Horacio Quiroga

La vida de Horacio Quiroga es una tragedia continua que empieza cuando él tenía dos meses de edad con la muerte de su padre al disparársele accidentalmente su escopeta. Doce años más tarde, en 1891, Ascenso Bargo, su padrastro, se suicida con otra escopeta.  En 1902, Horacio Quiroga causó la muerte, accidentalmente, con su revólver, de su mejor amigo, Federico Ferrando. En 1915 se suicidó su primera esposa, Ana María Cires, y también se suicidó Leopoldo Lugones, a quien Quiroga admiraba profundamente. Dos años después de su muerte, en 1939, se suicidaría su hija Egle. Años después, su hijo Darío también haría lo mismo. 

El 19 de febrero de 1937 apareció muerto por ingestión de cianuro, poco después de enterarse que sufría de cáncer gástrico. 

Anteriormente, en el verano del 1935, Alfonsina supo que tenía cáncer de mama. Fue operada, pero el cáncer continuó. Sufrió depresiones. Desde entonces llamó al mar en sus poemas y hablaba del abrazo de la mar y de la casa de cristal que la espera allá en el fondo, en la avenida de las madréporas. 

En 1937, cuando se suicidó Horacio Quiroga, Alfonsina escribió: 

“Morir como tú, Horacio,/en tus cabales, 

Y así como en tus cuentos, no está mal”. 

En octubre de 1938, muy enferma, viajó a Mar del Plata para poder descansar. 

Una noche, después de horas de intenso dolor, llamó a la asistenta de la pensión donde se hospedaba y dictó una carta para su único hijo. 

En la madrugada del 25 de octubre de 1938, Alfonsina, de cuarenta y seis años, bajo una lluvia torrencial, se arrojó al mar desde un espigón, dejando como testamento un poema, “Voy a dormir”, y una carta de despedida a su hijo Alejandro, de veintiséis años. 

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

En la playa La Perla, en Mar del Plata, se encuentra el monumento a Alfonsina Storni, una mujer que supo sobrevivir sin ayuda de nadie. “Yo soy como la loba, ando sola y me río... El hijo y después yo, y después,...¡lo que sea!”.

ALFONSINA Y EL MAR 

De Ariel Ramírez y Félix Luna 

Por la blanda arena
Que lame el mar
Su pequeña huella
No vuelve más
Un sendero solo
De pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda
Un sendero solo
De penas mudas llegó
Hasta la espuma.

Sabe Dios qué angustia
Te acompañó
Qué dolores viejos
Calló tu voz
Para recostarte
Arrullada en el canto
De las caracolas marinas
La canción que canta
En el fondo oscuro del mar
La caracola.

Te vas Alfonsina
Con tu soledad
¿Qué poemas nuevos
Fuiste a buscar?
Una voz antigua
De viento y de sal
Te requiebra el alma
Y la está llevando
Y te vas hacia allá
Como en sueños
Dormida, Alfonsina
Vestida de mar.

Cinco sirenitas
Te llevarán
Por caminos de algas
Y de coral
Y fosforescentes
Caballos marinos harán
Una ronda a tu lado
Y los habitantes
Del agua van a jugar
Pronto a tu lado.

Bájame la lámpara
Un poco más
Déjame que duerma
Nodriza, en paz
Y si llama él
No le digas nunca que estoy
Di que me he ido.

Te vas Alfonsina
Con tu soledad
¿Qué poemas nuevos
Fueste a buscar?
Una voz antigua
De viento y de sal
Te requiebra el alma
Y la está llevando
Y te vas hacia allá
Como en sueños
Dormida, Alfonsina
Vestida de mar.







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