HISTORIA - ARTE / Curiosidades
históricas. |
ANTONIO, LA MONJA ALFÉREZ
Dos palabras de matrimonio y a correr.
Media vida se la pasó haciéndose
llamar Antonio, pero nació como Catalina de Erauso en San Sebastián
en 1592 en el seno de una familia distinguida que la ingresó a los
cuatro años de edad en un convento de monjas de clausura.
Ella misma escribió o dictó
sus propias memorias, la "Historia de la monja alférez", publicadas
en París mucho más tarde, en 1829, y traducidas a varios
idiomas.
Aguantó en el convento hasta
los quince años. El 18 de mayo de 1607, con quince años,
escaló la tapia del convento y se escapó.
Según su propio relato, vagó
por él durante tres días, mientras sobrevivió a base
de frutas y raíces, hasta que logró robar ropas de hombre
y ocultarse en Vitoria. Durante varios años, siempre como hombre,
recorrió España y realizó diferentes oficios, hasta
que se embarca en Sanlúcar de Barrameda como grumete rumbo a las
Américas bajo el nombre de Antonio.
En América se hace soldado
en las guerras contra los araucanos y consigue el grado de alférez.
Por el camino, cantinas, juego,
vino, amoríos, peleas y duelos, hasta que por culpa de uno de ellos
es condenada a muerte en La Paz, aunque huye del presidio.
Sin saberlo el hermano se hospedó
en su casa durante tres años y llegó a matarle en un lance
a espada por accidente. No por accidente había matado antes al auditor
general y se tuvo que ocultar en un convento.
De Tucuman tuvo que salir huyendo
por dar palabra de matrimonio a dos mujeres.
Pero seguía con la adición
a los duelos, así que en 1615, en la ciudad de Concepción,
actuó como padrino de un amigo durante un duelo. Tanto el amigo
como su contrincante cayeron heridos al mismo tiempo, así que tomó
su arma y se enfrentó al padrino rival, hiriéndole de gravedad.
En este duelo resulta herida y,
al infectarse la llaga y creer que va a perder la vida, hace llamar a un
obispo y le confiesa su verdadero sexo. El obispo ordena que un grupo de
matronas la examinen, comprobando que no sólo era mujer, sino virgen,
así que la permuta la pena de muerte por la vuelta a un convento
en Perú.
Volvió a España el
1 de noviembre de 1624 vestida de monja y escribiendo sus memorias durante
el viaje.
Para sorpresa de todos impresiona
a Felipe IV con sus historias y le saca una pensión de 800
ducados y el derecho a usar su nombre masculino, Antonio. Luego es recibida
en audiencia por el papa Urbano VIII, que le concede la dispensa de vestir
de hombre.
Vivió un tiempo entre Nápoles
y Madrid, para finalmente embarcar nuevamente hacia América. En
1635 llega al puerto de Veracruz y muere en 1656.
En su recuerdo queda el cuadro que
le hizo Pacheco, el suegro de Velázquez, en 1630 (y que se encuentra
en la Galería Shepeler, de Aquisgrán, por si tienen curiosidad)
y “El memorial de los méritos y servicios del alférez Erauso”,
redactado a instancias de la propia Catalina, que se encuentra en el Archivo
General de las Indias.
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