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EL DESVÁN. 

EL ARTE DE AMARGARSE LA VIDA.

¿Qué preferimos una vida amargada y llena de desdichas o obligarnos a ser felices?. 

Según Paul Watzlawick, en su libro “Lo malo de lo bueno”, cuando las personas nos hallamos ante un determinado problema y pretendemos darle una solución, la mayoría de las veces lo que ocurre es que actuamos de manera que no sólo eliminamos el problema, sino que también eliminamos todo lo que está relacionado con él. 

Para el autor, el hecho de que actuemos de esta manera se debe a que basamos nuestras decisiones en la concepción errónea de que en todas las situaciones de la vida sólo se dan dos posibilidades o alternativas de actuación. Y cuando nos encontramos en la obligación de actuar pensamos que “más de lo mismo será mejor”, o que “si algo es malo, lo contrario será bueno”.

En otro de los libros de Paúl Watzlawick “El arte de amargarse la vida” se analiza lo fácil que resulta convertir nuestra vida en insoportable y todo lo trivial en algo un fracaso emocional.

Watzlawick sostiene que las personas necesitemos nuestro infortunio más de lo que creemos. Esto explicaría porque las personas demostramos tantas veces una tendencia a convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desmesurado, y a convertirnos nosotros mismos en nuestros propios contrarios para la vida diaria. 

Las experiencias desagradables tienden a amarrarnos al pasado y a inhibirnos el futuro, porque nos condicionan y atemorizan. 

Una persona amargada tiende a desempeñar el papel de víctima, en una forma de comunicación interpersonal en la que (casi siempre para captar la energía y atención ajenas), asumen uno varios de estos roles: el de perseguidor, que hace de malo, interroga y es percibido como un listo que lo sabe todo y castiga o humilla a quienes cree que se equivocan; el de salvador, que busca que le reconozcan su papel bondadoso pero que a la vez nos pasa constantemente facturas de cuanto hace, y el de víctima, cuyo planteamiento de supervivencia y comunicación es dar lástima a los demás, captando su atención mediante la exhibición de su sufrimiento. 

Watzlawick no pone en duda que podamos estar en conflicto con el prójimo, pero nos advierte que en la mayoría de ocasiones un  pequeño contratiempo nos permite generar en nuestra cabeza, a veces de darlo vuelta y vueltas, una desgracia insuperable.

Para demostrar este hecho, el autor ofrece una introducción metódica a aquellos mecanismos que todos podemos llegar a utilizar, y de hecho utilizamos aunque sea de forma involuntaria, para convertir nuestra vida en desdichada. Con toda ironía, propone algo así como una guía de iniciación para que los lectores que lo deseen aprendan a desarrollar un estilo propio en lo que él llama “el arte de amargarse la vida”.

Aquél lector que se aplique en los ejercicios que propone Watzlawick, sin duda entenderá cómo es posible que cualquier ciudadano medio, debidamente adiestrado, llegue a crear para sí mismo una situación difícil, sin saber bien cómo lo ha hecho, tras una cadena larga y complicada de imaginaciones en las que el propio individuo desempeña un papel decisivamente negativo.

Estas son algunas de las recomendaciones del libro para hacernos la vida insoportable:  

Convéncete de que sólo hay una opinión correcta, la tuya, y comprueba que todo el mundo va de mal en peor. 

Aférrate al pasado de manera que no tengas tiempo de ocuparte del presente. 

Convéncete de ser pura víctima de las circunstancias. Lo que te haya podido causar dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes y sobre todo los amigos es tan grave que sólo insinuar que pudieras poner algún remedio a la situación ya sería una ofensa. 

Asegúrate de que por mucho que cambien las circunstancias conviene seguir prefiriendo las soluciones que fueron suficientes y eficaces. 

Rechaza o elude una situación peligrosa aunque te intenten hacer ver que el peligro ya ha desaparecido. 

Haz un pronóstico o déjate profetizar un hecho que temes, considéralo después con consistencia propia e independiente de ti, así podrás llegar a donde precisamente no querías. 

En las relaciones interpersonales es recomendable leer los pensamientos del otro y actuar en consecuencia. Si puedes acompáñalo con unos pocos reproches hacia el otro que tengan un gran tinte de violencia y ambigüedad. -Exige al otro que haga algo espontáneamente. 

Siéntate frustrado al recibir un regalo sólo por haber expresado anteriormente el deseo de recibirlo. 

En la relación con otra persona admite tan sólo la alternativa de ganar o perder para poder garantizar no sólo esa relación si no incluso otras futuras. 

Créate problemas, y si no tienes bastante con los tuyos asume como propios los de los demás. Llena tu vida de complicaciones reales o ficticias, y concede gran importancia a todos los sucesos negativos. 

Piensa que siempre tienes la razón. Todo es blanco o negro, y sólo existe una verdad absoluta: la tuya. Rechaza de entrada lo que digan los demás, incluso cuando pueda aportarte algo positivo. Si la idea o propuesta no es 100% tuya, deséchala, seguro que no merece la pena. 

Vive obsesionado. Elige un acontecimiento suficientemente negativo de tu memoria, conviértelo en recuerdo imborrable y tráelo a tu mente una y otra vez, hasta que sólo vivas para pensar en ello. Así, las dificultades cotidianas no absorberán tu atención.  

El presente no merece la pena, piensa siempre en el futuro. Aplaza el disfrute de los placeres de este o aquel momento, porque no puedes saber lo que te deparará el futuro. Confórmate con lo malo conocido y no te arriesgues ante lo bueno por conocer. 

Tortúrate pensando en todo lo negativo que te podría ocurrir dentro de unos años. 

Jamás te perdones. Llegarás a un punto en el que tan sólo sentirás autocompasión. Piensa que tú eres el único responsable de lo que te ocurre, y nunca creas que hay situaciones que escapan a tu control. 

Entre las soluciones que propone:

Qué hacer para no dejarnos invadir por los pensamientos negativos.

Reflexionar sobre la influencia que nuestros pensamientos o interpretaciones tienen sobre nuestras emociones y conductas.
 
Identificar los pensamientos que nos hacen sentirnos mal en una situación determinada.

La señal que nos avisa que quizá sea conveniente identificar nuestros pensamientos es la percepción de estados emocionales negativos como ira, angustia, miedo, tristeza... Una vez identificados, debemos controlarlos, objetivarlos, anotarlos en un papel y, en la medida de lo posible, asociarlos a las circunstancias que los crearon, para después reflexionar sobre ellas.
 
Analizar estos pensamientos para ver hasta qué punto se corresponden con la realidad y en qué grado nos afectan. 

Finalmente, busquemos pensamientos alternativos a los que nos hacen sentir mal. Los pensamientos alternativos deben ser más racionales y positivos.

Watzlawick concluye en el epílogo del libro: 

"La regla fundamental que dice que el juego no es ningún juego, sino algo tremendamente serio, hace que la vida sea un juego sin fin que sólo la muerte acaba. La única regla que podría poner fin a este juego, no es ni siquiera una regla de este juego, tiene varios nombres y en el fondo significan lo mismo: honradez, confianza, tolerancia. Si lo creyéramos también sabríamos que no sólo somos los creadores de nuestra desdicha sino que del mismo modo podríamos crear nuestra felicidad".
 
 

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