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¿QUÉ SIGNIFICA BEBER LOS VIENTOS?.

Beber los vientos o beber los aires. Origen histórico de una frase hecha.

La mejor definición de beber los vientos, una frase hecha, la encontramos en Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta:
 

“Bebía los vientos el desgraciado chico por hacerse querer, inventando cuantas sutilezas da de sí la manía o enfermedad de amor. Indagaba con febril examen las causas recónditas del agradar, y no pudiendo conseguir cosa de provecho en el terreno físico, escudriñaba el mundo moral para pedirle su remedio. Imaginó enamorar a su esposa por medios espirituales. Hallábase dispuesto, él que ya era bueno, a ser santo, y hacía estudio de lo que a su mujer le era grato en el orden del sentimiento para realizarlo como pudiera. Gustaba ella de dar limosna a cuantos pobres encontrase; pues él daría más, mucho más. Ella solía admirar los casos de abnegación; pues él se buscaría una coyuntura de ser heroico. A ella le agradaba el trabajo; pues él se mataría a trabajar. De este modo devastaba el infeliz su alma, arrancando todo lo bueno, noble y hermoso para ofrecérselo a la ingrata, como quien tala un jardín para ofrecer en un solo ramo todas las flores posibles”.


Decimos beber los vientos por algo o por alguien cuando dedicamos todos los esfuerzos a conseguir ese algo o a ese alguien. 

Algo así como ¡te buscaré hasta que te encuentre!. Suena muy cazador por lo que algunos expertos en lingüística opinan que el origen de esta expresión pudiera estar relacionado con la caza, ya que los buenos perros de caza, mientras olfatean el aire para oler el rastro de la pieza, dan la impresión de estar bebiéndose o absorbiendo ese mismo aire con fruición. A perros de este tipo se les llama venteros o venteadores. 

Todavía menos prosaico en el pasaje bíblico del Libro de Jeremías (2,24), en el que se describe a la asna salvaje en celo, que “en el ardor de su apetito, va buscando con su olfato aquello que desea, y nadie puede detenerla…” 

Más romántico, y quizás con un uso exagerado de la expresión “beber los vientos”, nos encontramos con la literatura española, donde ya en el libro “Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611), de Sebastián de Covarrubias, aparece citada esta frase hecha como “beber los vientos y los elementos”. 

Quevedo la utilizaba como “beber los aires”, al igual que Lope de Vega en La Dorotea. Cervantes, en “La Ilustre Fregona” (1613) dice que “el hijo del Corregidor bebe los vientos por ella”, refiriéndose a Marinilla. Del enamorado de una tabernera, Francisco de Salas, en sus Poesías serias y jocosas(1675) cuenta que aquel caballero
 

por el vaso bebía vino,
pero por ella, los vientos… 


Esta frase siguió usándose frecuentemente en el romancero y cancionero populares y, ya en el siglo XVIII el Diccionario de Autoridades (1726-1739) la definió como “andar bebiendo los vientos o los aires por alguna cosa”. 

En los siglos XIX y XX, la encontramos prácticamente en todos los escritores como en “Fortunata y Jacinta (1887) de Pérez Galdós y “La Corte de los Milagros” (1927), de Valle Inclán. 

El Diccionario de Uso del Español de María Moliner (1975) convierte en expresión sinónima de beber los vientos la frase desvivirse por. 

El Diccionario de la Real Academia Española cataloga la locución beber los vientos como de “lenguaje figurado”, definiéndola como desear algo con ansia y hacer cuanto sea posible por conseguirlo.
 

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