BENEDETTI, EL HOMBRE QUE NO PUDO OLVIDAR.

"Yo no había creído que fuese tan tierna, inconsciente y osada". 

A nadie pilló de improviso la muerte de Benedetti, todos sabían que nunca pudo recuperarse de la muerte de su esposa Luz, que se había quedado vacío y sin motivos para vivir. Tampoco tenía hijos que le sujetasen.

La muerte de su esposa, Luz López, en 2006, después de seis décadas de matrimonio, fue un duro golpe para Benedetti que, según confesó, “sobrellevó escribiendo”. 

Todo empezó porque Luz, la niña que no le respondía a sus poemas, un día, al visitarle enfermo en un hospital no sintió miedo y le besó los labios.

Mario Benedetti escribía poemas de amor a Luz, que era hija de una familia amiga, pero la niña nunca le contestaba. Años después se contagió de tifus y en el peor momento, con unas fiebres altísimas y tras perder catorce kilos, apareció Luz en el hospital y le besó los labios. Luego contaría que "hasta el momento yo no había creído que fuese tan tierna, inconsciente y osada". 

Así que el 23 de marzo de 1946 se casó con Luz López Alegre. De ese día dijo que “casarse con alguien que lleva la luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión”. Luego presumía de que “tardé seis años en decírselo y ella un minuto y medio en aceptarlo". 

Un año después viajaron con los padres de Luz a Galicia. Cuentan que el padre de Luz murió literalmente de alegría al volver a ver Galicia tras tantos años en América.

Luego vino la política, el exilio a Argentina, España, Cuba, donde coincidió con Cortázar, García Márquez, Galeano, y lo más difícil aprendió el precio de la soledad, porque Luz permanecía en Uruguay cuidando a las dos madres.

Pero quedaba lo peor, la enfermedad de Alzheimer, vivir al lado de la mujer amada viendo día a día como se olvida de sesenta años de historias. 

Tras la muerte de Luz, Benedetti volvió a casa, en el barrio Centro de Montevideo.

En los últimos diez años, debido al asma y por recomendación médica, alternaba su residencia en España y en Uruguay, tratando de evitar el frío, pero al agravarse su estado de salud permaneció en Montevideo. 

Siempre le gustó viajar:

En uno de sus últimos libros, titulado “Canciones del que no canta”, alude a su historia personal. "No fue una vida fácil, francamente", dijo.

Nos dejó cincuenta títulos, poemas cantados por Serrat, Pedro Guerra Silvio Rodríguez, películas inspiradas en su obra, como La tregua (1974) o Gracias por el fuego (1985), ambas del director argentino Sergio Renán. Por el camino un sinfín de premios por todo el mundo. 

Volvió con Luz el 17 de mayo de 2009.