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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

CLÉO DE MÉRODE.

Probablemente la mujer más hermosa del mundo y quizás la única que se atrevió a ir a un palacio para proclamar que no era la amante del rey.

Su verdadero nombre era Cleopatra Diana de Mérode, pero nació en París en 1875.

Su padre era el pintor austriaco (paisajista) Karl Freiherr von Mérode (1853-1909), que formaba parte de una familia noble de origen belga “de  Mérode”. 

De niña sus padres se separaron y Cleo se fue a vivir con su madre a París. Compaginaba sus estudios con la danza y su primera actuación fue en una ópera, de figurante, cuando solamente contaba ocho años de edad. Debutó como profesional con sólo once años.

Aunque estudió en la Ópera de París, pronto pasó al baile y recorrió toda Europa entre
1898 y 1934. También fue la estrella del cabaret Folies Bergère de París.

Continuó bailando has casi los cincuenta años y luego se retiró a Biarritz. En 1955 publicó su autobiografía “Le Ballet de ma vie”.

SU BELLEZA LEGENDARIA.

Llamaba la atención su delgada cintura, que se acentuó con corsés, lo que era habitual en la época.

Cléo de Mérode destacó rápidamente por su destreza como bailarina y su imagen empezó a aparecer en postales y en cartas de juego.

Era una mujer de grandes ojos, cintura de avispa, cuello de cisne y una hermosa y larga melena de color negro que llevaba siempre peinada  con raya en medio y recogida en un moño bajo, tapando  con la onda del cabello ambas orejas. Se contaba que ese peinado era para ocultar que tenía cortadas las orejas, por una supuesta infidelidad al rey Leopoldo, por supuesto se demostró que no era cierto. El caso es que su peculiar peinado se puso de moda en París y muchas mujeres lo copiaron.

La escultura “la bailarina” que de ella hizo Alexandre Falguière está en el Musée d'Orsay. En 1895, Henri de Toulouse-Lautrec la retrató, al igual que Charles Puyo y Alfredo Muller, Manuel Benedito, Giovanni Boldini. Son célebres las fotos que le hizo Félix Nadar. 

Recibió todas las ofertas imaginables por posar desnuda, pero nunca aceptó.

LOS AMORES REALES Y LOS SUPUESTOS.

Con el tiempo se convirtió en la mujer más hermosa de su época y se la relacionó con
Leopoldo II, rey de Bélgica y el Marajah de Kapurtala, pero según las memorias de la bailarina (Le ballet de ma vie, 1955), ella no aceptó sus requerimientos. 

Cléo cuenta en sus memorias que solamente tuvo dos amores. El primero un conde que murió joven y el segundo un embajador español en París, que no supo serle fiel y al que, por ese motivo, ella abandonó.

En 1896, el rey Leopoldo II la descubrió cuando presenciaba el ballet "Phrynee" en la Ópera de Bordeaux. Aunque el monarca ya tenía sesenta y una años quedó inmediatamente enamorado de la jovencita de veintidós, así que los rumores se propagaron. De hecho era público que el rey tenía dos hijos con una conocida prostituta. La supuesta relación con el rey belga la persiguió toda la vida.

La versión oficial es que el rey estaba en aquellos momentos negociando en secreto el destino de sus colonias en África con Francia e Inglaterra, y como todo era tan secreto necesitaba una excusa para desplazarse, así que se hizo circular el rumor de que viajaba a París para vistar a Cléo. Incluso le envió un ramo de rosas rojas. El rumor tomó tanta fuerza que la apodaron "Cleopold". 

Pero como Cléo era una mujer con carácter se quejó y se atrevió a ir a palacio para remarcar oficialmente que no había ninguna relación personal entre ellos y que sólo les unía un ramo de rosas rojas. Nadie creyó a una jovencita de veintidós años, así que se fue de París y continuó bailando en Hamburgo, Berlín, San. Petersburgo, Budapest y Nueva York. Llegó a ser la primera mujer en bailar en el Ballet ruso con un hombre de pareja.

Cléo era muy famosa en Austria y Alemania, incluso apareció en una película alemana de 1926 “der Leidenschaft”. 

En Viena, Gustav Klimt se enamoró de ella y la historia se reproduce en la película Klimt (2006) en la que John Malkovich interpreta a Gustav Klimt y Saffron Burrows a Cléo de Mérode. Se cuenta que a Klimt sólo se le resistió la Cléo de Merode, su imposible Lilith. En su autobiografía “El ballet de mi vida” aparecen reyes como Leopoldo de Bélgica, escritores como Proust, músicos Massenet,  arquitectos como Adolf  Loos, marqueses españoles, príncipes rusos, el Shah de Persia o al magnate Randolh Hearst, pero no hay una sola referencia Klimt, que pensaba en ella cuando componía su Danae y su Judith. 

Ya con cuarenta y dos años, en 1915, volvió a Paris, pero la poca calidad de las ofertas que recibió la obligaron a retirarse y desde entonces sólo bailó para la Cruz Roja en actos de ayuda a los soldados de la primera guerra mundial.

Como sucede a las mujeres más hermosas, cuando se acercó la vejez dejó de aparecer en público, y permaneció en completo anonimato. Falleció Biarritz el 17 de octubre de 1966 a los noventa y un años, en 1966. 
 

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