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SEXUALIDAD

DIABLO DE TASMANIA

Monstruos violadores y siglos de incomprensión a la sexualidad femenina.

Si hay un animal que puede llegar a ser tan salvaje como algunos humanos es el diablo de Tasmania, el único que no corteja a la hembra, sino que la fuerza a entrar en su guarida, tapa la entrada con su cuerpo y no deja de violarla hasta que al cabo de los días ella puede huir.

Dicen algunas mujeres que lo peor de la violación es cuando el violador es el propio marido, que entiende la sexualidad como su prerrogativa, su derecho, como lo entienden los diablos de Tasmania. Hombres que se despreocupan por completo del placer de sus mujeres y precisamente por eso tienen poco de hombres y mucho de diablos de Tasmania.

Ha habido siglos de incomprensión a la sexualidad femenina y no es de extrañar que las mujeres hayan mandado todos los falsos prejuicios y engaños a donde debían haber estado siempre.

En la antigüedad, Galeno sostenía que el orgasmo femenino era imprescindible para la concepción, pero las mujeres tuvieron la mala suerte de que le corrigió Aristóteles, que consideraba que las mujeres se podían quedar embarazadas sin necesidad de sentir placer. A raíz de esto, algunos diablos dedujeron que si el fin de la mujer era la procreación pues no había más de que hablar.

Todavía en el siglo XVIII, desligado el orgasmo de la fecundación, se consideraba que la inmensa mayoría de mujeres carecían de sensaciones sexuales. El juicio que daban a la minoría que sentía es imaginable. Sin embargo, en el XIX, se empieza a ver la luz pero como tratamiento sicológico para desórdenes nerviosos femeninos, que se se curaban en la consulta médica mediante masajes clitorales.

Ya en el siglo XX, los vieneses se hartaron de tanta bobada y Freud escribió la teoría de los tipos de orgasmo femenino. Pero ni Freud estaba dispuesto a desligar completamente el orgasmo de la fecundidad y diferenció entre el placer clitoral, que lo calificó de infantil, del placer dentro de la relación plena entre hombre y mujer.

Así que todos estos siglos han sido una manipulación por parte de diablos de Tasmania para ocultar aquella verdad de “Las metamorfosis” de Ovidio, en la que Tiresias le cuenta a Júpiter que el hombre experimenta la décima parte de placer que la mujer.

Y esta es la única verdad, la de Ovidio, pero más verdad es que los diablos de Tasmania existen porque las diablas no salen corriendo de semejantes violadores. No hombres, violadores.
 

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