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CÓMO NOS VEN ELLAS /opinión
femenina |
EL INFIERNO MATRIMONIAL
¿Por qué algunos
hombres prefieren un infierno cotidiano a un divorcio?
Opinión de una lectora.
Algunas cosas pasan y no te das
cuenta al principio. Algunos dicen que los niños destruyen a la
pareja, que algún día habremos dejado de fomentar nuestra
relación, de acariciarnos, habremos olvidado respetarnos. Entre
pañales, cocina, trabajo, hemos aprendido a odiarnos.
No puedo decir que haya pasado
algo en concreto. No hemos hecho nada en especial, ni yo ni él.
También es cierto que quería a este hombre y yo creo que
él a mí. Seguramente hubo un momento en que podíamos
frenar todo esto, con ayuda psicológica o de otro matrimonio, pero
perdimos la oportunidad.
Y ahora, cuando lo veo, no puedo
negar que ese individuo me da hasta asco. La forma en que cena, con sus
dos cervezas, como nadie le puede prohibir verse los partidos en la tele,
la manera en que va religiosamente a estos conciertos con sus amigos, un
aburrimiento completo. La forma en que habla, come, bebe, tal y como es
me saca de quicio, solamente sentirlo en la misma habitación me
da escalofríos. Y al revés lo mismo. Haga lo que haga, diga
lo que diga yo, él seguramente lo va a comentar con ironía
y cinismo, si tengo suerte. O con insultos de los graves, en sus días
malos. No es que me duela. Ya no. Me ayuda a reconfirmar mi odio y rabia
hacia este hombre.
La casa se ha convertido en un
sitio de lucha y de frío. Me siento enterrada viva. Volvemos los
dos lo más tarde posible. No nos saludamos si lo podemos evitar.
Él duerme en el sofá, y si no lo hiciera él, lo haría
yo. A veces tiene la cara de ofrecerme tener sexo. No sé cómo
puede. Con un hombre que me da asco, al que odio, cuya presencia pretendo
evitar. Algunos amigos dicen que igual tener sexo nos ayudaría.
Pero no puedo. Llevo la vida de una monja, sacrificando mi vida por quien
no amo. Entre el trabajo, la casa, los niños ni me da tiempo de
tener a un amante. Pero tampoco tengo ganas.
Una conversación razonable
entre dos personas ya no es posible. Si hay que decir algo, discutimos.
Antes intentábamos no hacerlo delante de los niños. Pero
aún así se dieron cuenta. Y ahora ya no lo podemos evitar.
Ellos sufren, están entre dos sillas. Yo por mí parte sé
perfectamente que una separación nos ayudaría a todos. Nosotros
dos podríamos vivir más felices, empezar de nuevo, escapar
de este infierno. Y los niños no tendrían que ver a sus padres
discutiendo todo el rato. Pero no sé por qué, él no
quiere. Hace poco mi hija de 12 años me dijo: “Mamá, si fuera
tu amiga, te diría que te divorciases. Pero soy vuestra hija.”
Sufrimos todos. No veo otra posibilidad
de escapar de todo esto que una separación. Pero él se niega.
Yo no conozco sus razones, como no hablamos, igual simplemente por fastidiarme.
Todavía aguanto, por los niños. Pero yo sé que ellos
ya están traumatizados y en el fondo estoy convencida que no está
bien para ellos ver y tener padres así. Y porque sé que esto
se puede convertir en una guerra de rosas. Y ya no tengo fuerzas. Pero
puede que mañana me decida por este camino. Yo no quiero ser
infeliz. Una conocida mía estuvo en una situación parecida.
Me dijo: “En el momento en que tu marido encuentre a otra, se va divorciar
de ti. Lo mismo pasó con el mío. Ya verás.” O sea
que ahora pido a Dios todos los días que mi marido conozca a otra
mujer. Qué absurdo se ha vuelto todo. Sería todo más
fácil si él colaborase.

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