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¿EXISTE DULCINEA?

Existe, aunque esté encantada, desdeñe a su caballero y opte por el mundo de los pícaros. 

Soledad Puértolas hizo un magnífico estudio del personaje de Dulcinea que queda reflejado en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua.

Dulcinea es la dama que todo caballero andante ha de tener, la justificación última de sus hazañas. Pero lo que es más importante, el corazón del caballero pertenece a su dama, aunque la dama desdeñe al caballero y opte por el mundo de los pícaros ... 

“La no existencia de Dulcinea está en la base del libro y representa el conflicto esencial entre don Quijote y la realidad.

“La dama es clave para el caballero, como lo declara siempre que tiene ocasión. Para no tener que reconocer su no existencia, o su invención, don Quijote recurre a los  encantamientos. A partir de aquí, todos le imitan y el encantamiento de Dulcinea se constituye en uno de los ejes del libro.

Para el caballero, el mayor oprobio del Quijote apócrifo, ya en la Segunda Parte, es precisamente la ausencia de la dama. En conversación con la duquesa, declara: «Quitarle a un caballero andante su dama es quitarle los ojos con que mira, y el sol con que se alumbra, y el sustento que lo mantiene. 

Otras muchas veces lo he dicho y ahora lo vuelvo a decir: que el caballero andante sin dama es como el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento, y la sombra sin cuerpo que lo cause» (XI, XXXII, 978). Cuando la duquesa le replica —porque ha leído con atención el libro— que Dulcinea es «dama fantástica, que vuestra merced la engendró y parió en su entendimiento, y la pintó con todas aquellas gracias y perfecciones que quiso», don Quijote pone el dedo en la llaga: «En esto hay mucho que decir. Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no fantástica, y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo» (XI, XXXII, 980).

Ciertamente, Cervantes nunca sitúa a Dulcinea ante nuestros ojos. A través de Sancho, sabemos que ni él ni su señor la han visto en su vida: «No sabía la casa de Dulcinea, ni en su vida la había visto, como no la había visto su señor» (XI, VIII, 757). La opción de Sancho es inventársela, pero no como dama, sino como labradora, y recurre al encantamiento para dar una explicación a don Quijote. Las tres labradoras que, al inicio de la Segunda Parte, juegan, sin saberlo, el papel de Dulcinea y sus amigas (XI, X, 767), están suplantando al personaje creado por don Quijote. En la visión de la cueva de Montesinos, vuelve a aparecer esta Dulcinea encantada, convertida en labradora, cuyo desencantamiento será materia de muchas discusiones entre don Quijote y Sancho. Don Quijote, al fi n, consigue imponer su idea. Dulcinea existe, aunque esté encantada. 

“La relación de don Quijote con las mujeres viene marcada por la figura de Dulcinea, la dama que todo caballero andante ha de tener, la justificación última de sus hazañas. Don Quijote intenta zanjar el delicado asunto de su relación con las mujeres ateniéndose a un principio caballeresco: el corazón del caballero pertenece a su dama. Pero Cervantes no quiere dejar las cosas así y le brinda al caballero más de una ocasión de demostrar que no es ni mucho menos insensible a los encantos femeninos. Marcela, la hija del ventero, Dorotea, la duquesa, Altisidora ..., son mujeres que producen en don Quijote honda impresión. Cuando le piden ayuda, el caballero no es capaz de negarles nada. Otras veces, desea ponerse al servicio de las damas. O lanza miradas de complicidad, ofrece su mano a una de ellas, sujeta con fuerza a otra, da pie a bromas y engaños y se engaña él mismo para prolongar el juego. A don Quijote le gusta el juego del amor.

“Durante la animada estancia en la venta, don Quijote y Sancho han mantenido un revelador diálogo sobre el aspecto de Dulcinea que ha puesto en evidencia la imposible conciliación ente el mundo caballeresco y el de los pícaros. Fue precisamente cuando hicieron referencia a la dama cuando las dos interpretaciones entraron en colisión. La descripción de don Quijote responde a los cánones caballerescos, mientras que la de Sancho es de una vulgaridad grotesca. Pero lo cierto es que Dulcinea no existe, y cada uno se la puede inventar a su modo. El conflicto no llega a la realidad.”
 

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