EL VIAJERO. Geografía
íntima. |
EL VIAJE A NUESTRA VIDA
Vivir es escoger. La vida no nos
viene dada, la vamos haciendo.
Todo es subjetivo, no hay una verdad
absoluta. ¿Qué viajes me recomiendas para ella?. Samarcanda.
Aquel viajero nunca llevaba cámara
de fotos, no quería encuadrar los paisajes. Quería ver los
paisajes a través del tiempo, con una mirada intemporal, como cuando
nuestro viajero mira su paraíso y funde en ellos todos los tiempos
vividos.
Hablaron del desierto, de una novia
en un continente, una casa en otro y un trabajo de viajero en otro. Hablaron
de la imposibilidad de encontrar a nadie esperando al otro lado del viaje
cuando se regresa. Ya no quedan mujeres como Penélope. Trajeron
dos bebidas, no lo dudes llévala a Samarcanda, es un viaje en los
tiempos.
Llegó otro viajero, se sumó
con otro más y empezaron a hablar de los viajes por los desiertos
asiáticos, americanos y africanos. Aquél viaje al desierto
africano con sesenta y cinco grados a la sombra. Aquella boda bereber de
aquel soldado ascendido a sargento.
Empezaron a discutir sobre el mundo
germánico abstracto y el latino sentimental. El concepto con rumbo
frente al sensualismo o impresión enérgica sin rumbo.
Ella decía que las formas
de espiritualidad germánicas quedaban demasiado alejadas del pulso
vital, que eran demasiado abstractos, y siempre buscó la relación
entre lo abstracto y lo concreto, dos mundos abstractos ante la vida, seres
de carne que habitan un lugar y un tiempo.
El viajero discutía con ella
por su visión hiperrealista de la vida, por su cuadricula de la
razón, por su enmarque del paisaje. Ella se burlaba de lo abstracto,
de lo incongruente con la realidad. El decía que ella era una revolucionaria
utópica que quería encuadrar un ideal forzando a los individuos
para suplantar una realidad no utópica. Pero tenía razón
Ortega: solo debe ser lo que puede ser y solo puede ser lo que se
mueve dentro de las condiciones de lo que es … La razón es una pequeña
isla en un mar de irracionalidad.
Para Ortega, mi vida es mi relación
con los demás, cada vida es un punto de vista sobre el universo.
El hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es historia. Vivir es elegir.
El había elegido, ella no.
Cada vida es un punto de vista sobre
el universo, le contestó ella. En el viaje de la vida, la razón
es la guía. Déjate de desiertos, le gritó. No divinices
lo abstracto, yo soy de carne y hueso. Diviniza la materia. Cada vida es
un punto de vista sobre el universo. El universo del viajero es la conquista
de la verdad, lo falso es la utopía, la verdad no localizada vista
desde el lugar ninguno, según Ortega.
Ortega dijo que Velázquez
puso toda su vida en cada pigmento de pintura, porque vivir es escoger,
un color, un acto. La vida no nos viene dada, la vamos haciendo. Es la
razón vital. El hombre es el novelista de si mismo obligado a inventar
lo que va a hacer. Cada pigmento es testimonio perdurable de una resolución
tomada por el pintor, esa resolución es el significado del pigmento,
la resolución no es una cosa sino un acto.
¿En qué mundo vives?,
le preguntó ella.
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