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SER PADRE.

PATERNIDAD: HIJOS MALTRATADORES.

Análisis del porqué de los hijos malcriados y la problemática actual en las familias y escuelas.
 

Todo empezó cuando mis largas horas en la oficina me impedían estar con mi hijo todo lo que quería. Me sentía culpable y empecé a hacerle regalos. Cada día un regalo para que me perdonase por volver tan tarde del trabajo.

Luego le fui consintiendo insultos, rabietas, malas notas, ... yo debía tener la culpa porque no le sabía educar.

Las peticiones de regalos o los estrenos de películas se convirtieron en exigencias que no podía contener. O claudicaba y compraba lo que quería o se enfurecía de un modo que no podía soportar.

Cuando me quise dar cuenta de que era un malcriado, me encontré frente a un hombre de 25 años que no quiere estudiar, no quiere trabajar, me exige más dinero del que puedo darle, se droga, me insulta y por último ha empezado a pegarme.


La primera vez que un niño olvida las normas básicas de respeto (no de sumisión) a sus padres o profesores, hay que “bajarle ese temperamento”. El menor no puede olvidar que sus padres y profesores tienen el deber de educarles.

Durante los dos primeros años de vida la persona, se es totalmente receptivo y se trata de aprender; de ahí en adelante se tiende a retroceder. La razón es que los niños necesitan probarse a sí mismos que ellos son los que “mandan.”

Sin embargo, no hay que preocuparse por estos “retrocesos”. Son comportamientos naturales y normales, pero los padres no deben perder su posición.

Los padres no deben olvidar que a veces hay que decir “no”, aunque a muchos les  venzan sentimientos de culpa por el hecho de salir de casa a trabajar. Sobre este punto, muchos psicólogos aconsejan que los padres nunca deben llevarles a sus hijos ningún regalo cada vez que vuelvan del trabajo, ya que se malacostumbran.

La clave para que un niño pequeño siga las indicaciones de sus padres es no darle más de 5 órdenes al mismo tiempo.

Si el pequeño tiene menos de 5 años lo mejor es que el padre mire directamente a los ojos del niño cuando le mande algo y le de la mano en señal de “trato”. Si no cumple con su palabra, también mirándolo a los ojos se le explica que va a ser castigado.

Los padres nunca deben debilitarse ante sus hijos, pero por supuesto, nunca emplear malos tratos, sino corregirles. Disciplina no quiere decir castigo, sino respeto y educación <normas elementales para una convivencia entre todos>. Nunca hay que emplear la violencia, pero si un niño reta, como lo hacen ahora, hay que enseñarle que el adulto o el profesor es el que lidera la clase o el entorno. 

Otro consejo es ayudar a los profesores. En un caso una profesora se desesperaba después de descubrir a un alumno de 14 años rompiendo una puerta. Llamó al padre y le dijo que su hijo no lo hizo, y la llamó mentirosa. Con padres así, cualquier esfuerzo es nulo. 

EL MALTRATO POR LOS MENORES.

Hay padres, muchos, que están viviendo un infierno en casa, maltratados por sus hijos adolescentes e incluso niños. Según datos del Ministerio de Asuntos Sociales se están equiparando las denuncias a progenitores que golpeaban a sus hijos con las denuncias en las que los hijos son agresores y los padres las víctimas. Según la Fiscalía General del Estado, se está disparando este tipo de denuncias en un 28% anual.

No son infrecuentes los casos de niños de 12 años que echan mano de un cuchillo para acorralar a su madre porque no les deja salir el viernes por la noche.

En una macroencuesta del Instituto de la Mujer, 80.000 españolas reconocían ser maltratadas por sus hijos. Mayoritariamente atribuyeron la conducta agresora de sus hijos a la educación permisiva, la crisis de valores y la pérdida de autoridad en la familia.

Los expertos consultados coinciden con ellas a la hora de ubicar las raíces del problema. Se trata, fundamentalmente, de niños malcriados en la primera infancia, a los que los padres no han puesto límites. Destacamos algunas declaraciones aparecidas en El Mundo: «En los últimos tiempos se le ha dado al niño un poder inaudito, es el dueño del hogar, el que decide desde que llega del colegio qué se ve en la tele, si los padres salen de casa o no... La sociedad está entronizando a los niños». (Nora Rodríguez, pedagoga, autora de ¡Quién manda aquí!). 

«La carencia de límites está dando lugar a un niño insatisfecho, rebelde, plenamente autónomo, que con siete años quiere imponer sus criterios, que insulta, incluso agrede, que se cree el dueño absoluto del terreno que pisa. Ante esta situación, los padres, incapacitados para responder, ceden, y no hacen así sino acrecentar el poder de ese niño o niña». (José Luis Calvo, presidente de Prodeni).

Paradójicamente, las víctimas (los padres) son, según los especialistas, los involuntarios causantes de la agresividad que exhiben sus hijos. Hace tiempo que soltaron las riendas de su educación y dejaron ésta en manos de un entorno totalmente dominado por el consumo y el ocio, donde los progenitores pueden resultar hasta un estorbo. «Los padres son vistos como parásitos, elementos molestos que limitan la vida de máxima libertad que los chicos quieren. Son enemigos a los que muchas veces hasta se quiere destruir».

Este retrato que dibuja José Luis Calvo de un niño frustrado cuando no se le da lo que quiere coincide con el perfil que esbozan las encuestas. Una realizada por la ONG Save The Children y la Universidad Autónoma de Madrid arroja los siguientes datos sobre la infancia española: el 56% cree que le imponen limitaciones a la hora de disfrutar del ocio, el 32% siente un trato irrespetuoso por parte de los adultos, el 25% no se siente libre... En Argentina la Fundación del Mañana hizo esta pregunta a los adolescentes: «¿Cuándo ves un producto en televisión y quieres comprarlo y tus padres te dicen que no, qué sientes?». Algunas de las respuestas fueron del siguiente corte: «Me dan ganas de matar a mis padres» (chico de 13 años), «los odio» (chico, 16), «ganas de romper la TV» (chico, 13), «bronca» (chica, 15), «que no me quieren» (chica, 14).

EL CONSEJO

A la hora de buscar soluciones, José Luis Pedreira Massa, presidente de la Sociedad española de Psiquiatría infantil, quien lleva estudiando el fenómeno desde 1998, aconseja una educación pilotada en torno a lo que él llama las tres C. A saber: La primera C es coherencia, que se podría traducir como no llevarnos la contraria a nosotros mismos, tener siempre el mismo criterio. La segunda C es consistencia: el sí es sí, y el no es no. No vale decir «no» ahora y dentro de cinco minutos «sí». Y la tercera es la continuidad, que significa ser coherente y consistente de forma permanente.
 
 

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