CÓMO NOS VEN ELLAS /opinión
femenina |
EL HOMBRE NO SE HA SABIDO ADAPTAR
A LOS CAMBIOS FEMENINOS.
No quieren vincularse porque saben
que suben a un barco y que no van a poder manejar el timón a su
antojo y, con honestidad, que si se bajan del barco pierden la custodia
de sus hijos y su patrimonio.
Las mujeres hemos protagonizado
los más importantes cambios sociales de los últimos tiempos,
pero los hombres no se han adaptado todavía a ellos ni han sabido
aceptarlos. Una pequeña prueba son las manifestaciones más
graves de machismo, como la violencia contra mujeres acorraladas y amenazadas
cotidianamente en un ambiente social patriarcal y tolerante con la violencia
machista.
Contra estas mujeres hay “delincuentes”
que se valen de su miedo, del silencio cómplice, e imponen un lenguaje
de brutalidad que tristemente supera el deseo de defenderse que manifiestan
las mujeres. Para comprenderlas es preciso encontrarse en su situación.
Las mujeres jóvenes reaccionan
peor ante las desigualdades de género. En el colegio nos enseñaron
que somos iguales, por eso cuando aterrizamos en la vida real y descubrimos
que nos pagan menos por el mismo trabajo o cuando cae sobre nosotras el
cuidado de los hijos en exclusiva, las mujeres jóvenes reaccionamos
con frustración y desconcierto, porque desde niñas nos han
dicho que éramos iguales a nuestros hermanos.
Pero el mayor problema es que los
avances de los últimos años en materia de liberación
femenina han superado la mentalidad de los hombres que viven anclados en
una mentalidad patriarcal que cuestiona actitudes femeninas independientes.
Hay un abismo que separa a las mujeres jóvenes que hacen uso
de su libertad con los propios hombres jóvenes, ya no digamos con
otras generaciones.
Ante estas actitudes, muchos hombres
de apariencia y discurso moderno, reaccionan con un rotundo “no” al vínculo
estable, a los hijos, a todo lo que suponga atar lazos a una mujer que
no tiene las virtudes que una sociedad patriarcal exige a las madres, única
categoría en la que encuadran a las mujeres (lo que es lo mismo,
a una mujer sumisa). Es una guerra de sexos encubierta que se
fundamenta en la negativa de los hombres a aceptar ciertas actitudes propias
de una supuesta liberación femenina.
Las mujeres que avanzan más
allá de lo que admiten las costumbres sociales, por ejemplo compaginar
el trabajo con la maternidad (que es el único avance real de
la liberación femenina, que podemos trabajar fuera y dentro de casa),
y dan otros pasos como el ejercicio pleno de su libertad emocional, se
ven obligadas a pagar el peaje de un hombre paternalista que, ya sea
por cuestiones sociales o simplemente genéticas, rechaza unirse
a ella.
Ya no se trata de que muchos hombres
rompan relaciones, es que no quieren ni pensar en ningún vínculo.
No quieren vincularse porque saben que suben a un barco y que no van
a poder manejar el timón a su antojo y, con honestidad, que si se
bajan del barco pierden la custodia de sus hijos y su patrimonio.
Seamos honestas con nosotras mismas
y pongámonos en sus zapatos. ¿Nos casaríamos con
hombres hartos de experiencias sentimentales que consideramos denigrantes
y que además pueden quedarse con la custodia de nuestros hijos y
llevarse nuestra vivienda y patrimonio?.
Si queremos ser iguales debemos
empezar por responder con honestidad a estas cuestiones.
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