¿PERO TODAVÍA HAY HOMBRES ASÍ?

Por fin me invitó a cenar. Creí que nunca llegaría el día. Llevo meses detrás de él preguntándole por libros, que es lo único que le interesa.

Tiene la edad ideal, es culto, políglota, viajado, tierno, es más que atractivo, es empresario, generoso, tiene un hijo precioso, está divorciado, luce todo el año ese moreno que da el mar Cantábrico. 

A por él.

La cena en un sitio ideal, en un restaurante escondido, en una mesa apartada, buscando no ser reconocido. Le conocen demasiado. La conversación inteligente, fluida, divertida. El vino blanco, frío, gaditano. La corbata con el color perfecto. Se quita las gafas, se las vuelve a poner. Sabe que le seguiría al fin del mundo.

Me pregunta, me entresaca mis misterios, es inteligente, frío, sabe esperar. No tiene prisa. Disfruta aderezando a su victima. 

Presumo lo que piensa cuando le descubro alguna aventura que el vino me hace desvelar. Es un hombre de moral recta, estricta, enseguida vislumbro que no acepta la libertad sexual de las mujeres, salvo con él, claro, como todos.

Le digo pero ¿en qué siglo vives?. Tengo 29 años y no pensarás que yo no ... No puedo creérmelo, eres un hombre de mundo, tienes experiencia ...

Sigue sin hablar, no contesta, me mira, me sonríe, me maneja, me da hilo para que yo misma me enrede y me ahogue.

No ha dicho nada pero ya se el veredicto, este tampoco se casa conmigo. 

Me gustaría salir corriendo, decirle un desparpajo, pero me mira, su mirada es dulce, tierna, se quita las gafas, se las vuelve a poner, y me empieza a contar la trama de un libro que ha empezado. 

Me seduce, pero no me quiere, o me quiere a su manera. Me atrae y disfruta rechazándome. Y que yo pierda a este hombre por cuatro tonterías que hoy a nadie importan.