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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

INÉS DE CASTRO, CUANDO UN CUELLO DE CISNE BIEN VALE UNA GUERRA.

“Que me entierren frente a ti, para que al despertar sea tu cara lo primero que vea.”

Inés de Castro fue, según las crónicas, la mujer más bella de su época. Era llamada cuello de cisne y tenía unos inmensos ojos gallegos de color azul.

Había nacido en 1320 en A Limia (Orense) y era hija natural de don Pedro Fernández de Castro y de doña Aldonza Soares de Valladares. Se quedó huérfana de madre y fue trasladada al castillo de Peñafiel donde fue dama de compañía de doña Constanza Manuel, la hija del gran escritor, el infante don Juan Manuel.

En 1336, doña Constanza se casó por poderes en Ébora con el príncipe Pedro, hijo del rey portugués Alfonso IV, pero no le visitó hasta cinco años después. Luego vinieron los hijos, María en 1342; un año más tarde Luis, que moriría a los pocos días de nacer, y en 1345 Fernando, en cuyo parto falleció doña Constanza. Ya por entonces el príncipe Pedro mantenía relaciones con doña Inés de Castro. 

El rey no veía con buenos ojos la relación de su hijo pero la acepta y los dos enamorados, para ahorrarse problemas se escapan a la quinta, ahora llamada “Das Lagrimas” en Coimbra. Tuvieron cuatro hijos y en 1354 se hicieron casar por el obispo de Guarda. 

Desde este momento, la relación dejó de ser una aventura del príncipe para convertirse en un peligroso asunto de estado, pues los hermanos de Inés intentaban reunificar Castilla y Portugal. El rey Alfonso IV estaba cansado de guerras constantes con Castilla y Aragón y la razón por la que casó a su hijo con Doña Constanza fue para detener las constantes luchas con los castellanos.

Si aceptaba la boda, existía el riesgo de que su reino desapareciese absorbido por Castilla y quería proteger los derechos de su nieto Fernando (que llegó a ser rey de Portugal), así que se somete a los deseos de sus nobles, y aprovechando una cacería de su hijo, se acerca a Coimbra. Inés al enterarse de la llegada del rey sale a los jardines del palacio para esperarle. Ante el rey se lee la sentencia condenando a muerte a Inés, que arropada por sus hijos, a la vez nietos del ejecutor, llora e implora inútilmente por su vida al rey. 

El rey da la espalda a Inés y al poco es decapitada en presencia de sus hijos.

El príncipe Pedro estaba en una cacería y no da crédito al mensajero que le anuncia el asesinato, pero al volver al castillo se encuentra el cuerpo decapitado de Inés junto a sus hijos. Entonces el enamorado se cubrió el rostro con un velo negro para que nadie le viera llorar.

La irá conduce a una guerra civil entre padre e hijo, en la que gana Pedro, y al verse rey desvela el único propósito de su lucha, la venganza.

SE ARRANCARÁ EL CORAZÓN DE LOS QUE OSARON TOCARTE.

Aunque para acabar la guerra Pedro había jurado respetar la vida de los tres sicarios, llamados Gonçalves, Coelho y Pacheco, el padre les advierte de que el hijo les matará y que huyan de Portugal antes de su muerte. Sólo uno de ellos, Pacheco, consiguió evitar la muerte, huyendo desde Aragón a la corte papal de Aviñón, los otros dos fueron entregados por Castilla que no quería problemas con el nuevo rey y los intercambió por tres caballeros.

En presencia del rey Pedro, que estaba comiendo, a Coelho le arrancaron el corazón por el pecho mientras todavía estaba vivo y a Gonçalves por la espalda, luego Pedro, todavía insatisfecho, mordió los corazones. 

El que salvó la vida, D. Diego López Pacheco, sobrevivió al rey, y con ochenta años volvió a Portugal en 1385, y quiso participar, con sus entonces escasas fuerzas, en la batalla de Aljubarrota, contra Castilla.

TU, Y SÓLO TÚ, ERES MI REINA.

En 1360 las Cortes de Cantahede reconocieron su matrimonio con Inés de Castro. 

Después de dar muerte a los sicarios, hizo exhumar los restos de Inés, que reposaban en tumba de Coimbra y los llevó a Alcobaça. Durante el camino, el Rey iba gritando: ¡Es la reina de Portugal! ¡Es la reina de Portugal!.

Ordenó que los restos mortales de Inés se vistiesen como correspondía a la Reina de Portugal. Fue perfumada y el rey colocó la corona de Portugal sobre la cabeza de Inés y el anillo real en su dedo. Luego, ambos fueron coronados como reyes, Pedro I e Inés de Portugal. Todos los nobles y obispos allí presentes inclinaron su cabeza ante Inés y besaron el anillo de la reina en señal de respeto.

Entonces mandó enterrarla definitivamente en el monasterio de Santa María de Alcobaça, siendo el propio rey el que dirigió las obras para la construcción del mausoleo, una de las obras maestras del gótico portugués. Son dos tumbas, con dos estatuas yacentes, imágenes de ángeles y de las Cenas de la vida de Jesús, la Resurrección y el Juicio final. 

AHORA YA NO IMPORTA NADA.

Esto sucedía en 1361 y desde entonces se dejó llevar, En 1367, Pedro I enfermó gravemente en Estremoz  y se cobijó en el convento de San Francisco. La vida no tenía sentido para un hombre de cuarenta y siete años que llevaba diez como rey. 

Poco antes de morir volvió a insistir en que le enterrasen junto a Inés. Para asegurarse entregó quinientas libras al monasterio Santa María de Alcobaça para que constantemente seis capellanes le oficiasen misa. Además, añadió “que antes de subir al altar, rocíen los túmulos con santas aspersiones...Esto, siempre para siempre, ¡hasta el fin del mundo!". 

Además pidió que fuesen enterrados frente a frente, para que al despertar, en la eternidad, el día de juicio, sus miradas pudieran encontrarse frente a frente. 

“Que me entierren frente a ti, para que al despertar sea tu cara lo primero que vea.”

Cuando uno está allí y ve las dos tumbas, frente a frente, pero separadas por las hileras de bancos frente al altar, da pena no tener fuerzas suficientes para unirlas. 




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