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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

NO HAY NADA ESPECIAL EN MI, SOY PINTOR.

Gustav Klimt, el ojo sexual.

La relación artística de Gustav Klimt (Viena 1862 – Viena 1918) con las mujeres queda reflejada en sus cuadros. Se trata de un vínculo con el mundo del diseño y de la moda y sobre todo su visión revolucionaria del color.

Klim era un hombre convencido de que no era una persona interesante. El pintor no hablaba de sí mismo, no escribía sino apenas algunas cartas, ni siquiera se autorretrató nunca. Decía que su persona carecía de interés: “Quien quiera saber algo sobre mí como artista, que es lo único digno de atención, deberá contemplar atentamente mis cuadros e intentar inferir de ellos lo que soy y lo que quiero” llegó a decir.

"No hay nada especial en mí. Soy pintor, alguien que pinta todos los días de la mañana a la noche. Figuras, paisajes, de vez en cuando retratos"

UNA BIOGRAFÍA LLENA DE MISTERIO.

Gustav Klimt fue el más famoso de los artistas austriacos de su tiempo. Pero pese a eso, los aspectos personales de su biografía son todavía hoy un misterio apenas desvelado. 

Nació en Baumgarten, cerca de Viena, en el seno de una familia de tradición artesana que, en parte, reflejaba la pluralidad nacional del Imperio austrohúngaro. Su madre era vienesa, y su padre, Ernst Klimt, orfebre de origen bohemio que orientó a sus tres hijos varones –del matrimonio nacieron también cuatro hijas- hacia su mismo camino profesional.

De esta forma, Gustav Klimt, el mayor de los varones, ingresa en 1876 en la Escuela de Artes Aplicadas del Museo Imperial de arte e Industria de Viena, institución fundada pocos años antes con el fin de mejorar la situación de las artes industriales en el Imperio. Allí se hará con una sólida formación técnica y teórica y, al terminar sus estudios en 1883, constituye con su hermano Ernst y su compañero Franz Matsch la “Compañía de artistas”. 

Al graduarse, se une a la Compañía de Artistas formada por su hermano Ernst Klimt y Franz Matsch y realiza su primer trabajo importante, la decoración del Teatro Municipal de Fiume. Fundó la Secesión de Viena y su revista "Ver Sacrum".

Tras recibir el Premio Imperial y Medalla de Oro al merito artístico realiza tres pinturas para el aula Magna de la nueva Universidad de Viena. Se trataba de representar la Filosofía, la Medicina y la Jurisprudencia. Estos tres cuadros fueron destruidos al final de la segunda guerra mundial y sólo nos quedan los fototipos que se hicieron de ellos en 1916. Estos tres fototipos vinieron a España, a la Fundación Juan March junto a una réplica exacta del gran” friso de Beethoven” y dibujos y material complementario de estas obras.

El caso es que esta obra causo una gran polémica y parte de la sociedad vienesa le criticó duramente. Klimt representaba a la Filosofía se presentaba como un rostro que surge del espacio y “contempla”, desde las profundidades del Universo. Aquí hay una clara referencia a las ideas de Schopenhauer  que Klimt hace suyas “el mundo es una representación y la única realidad cierta es la voluntad, fuerza ciega e impulsiva cuya consecuencia es el deseo de vivir. Sometido a la voluntad el hombre sólo puede hallar cierta libertad en el arte y en el rechazo de la existencia entendido por los budistas como la búsqueda del Nirvana”.

A la medicina con cuerpos enlazados de ancianos y jóvenes, niños, hombres y mujeres, la vida en continuo curso de nacimiento crecimiento y muerte. La mujer gestante era la protagonista destacada como origen de este movimiento  de vida y la diosa de la salud Hygeia que tiene como atributo a la serpiente, sabia, hermosa, ofreciendo su ayuda a la humanidad. La Medicina se estaba representando como un conocimiento ancestral, mágico y femenino.

En la Jurisprudencia pinta un hombre desnudo maniatado por un gran pulpo. Le rodean tres mujeres dentro de burbujas (de úteros según algunos críticos), en los tres casos incomunicadas e incapaces de comunicarse. Lo sorprendente es que estas tres figuras representan la Ley, La Justicia y La Verdad ensimismadas en su mundo y ajenas por completo al sufrimiento del hombre.

Así que uno de los responsables le dijo que lo normal era representar en la filosofía a los grandes y Klimt se atrevió a enfrentarse a la poderosa Academia y en 1897 crea un grupo al que llamaron “Secession” que se oponía al concepto oficial de arte y apostaba por el “Arte Total” suma de todas las artes “A cada época su arte, al arte la libertad” era el lema escrito sobre la puerta del “repollo de oro” como se conocía el edificio donde tenían la sede. El grupo programaba exposiciones, una de ellas realizada en 1902 tenía a Beethoven como homenaje y tema central y para ella hizo Klimt el famoso friso basándose en la interpretación teórica que Richard Wagner hizo de la novena sinfonía.

El friso tiene tres paneles. En el primero la humanidad con sus anhelos de felicidad, representada por una pareja desnuda y una niña piden ayuda al poderoso, cuyo rostro es el  de Mahler ,contemporáneo de Klimt ,le coronan de laurel la compasión y la ambición de lograr su objetivo. Los sueños de la humanidad le acompañan sobre el héroe salvador  y se encuentran en el panel central con el gigante Tifeo que en la mitología clásica tiene cabeza y cuerpo de dragón y aquí los de un simio, otro dato de polémica porque Darwin había publicado “el origen de las especies” 33 años antes de la creación del friso.  A Tifeo le acompañan las tres Gorgonas(sus hijas la Enfermedad, la Locura y la Muerte) y otros tres personajes femeninos( la Desmesura, la Impudicia y la Lujuria) la otra figura que se vuelve sobre sí ,es la Pena aguda.

Lo acuático tiene otra interpretación, alusiva al inconsciente, precisamente esos sueños, de los que la humanidad no es consciente, personificados en bellas mujeres flotantes que avanzan a pesar de las dificultades por el espacio superior del friso y esto no es casual. No por nada Klimt era coetáneo de otro vienés universal, Freud.

EL RETRATO FEMENINO CASI EN EXCLUSIVA.

Klimt abre una gran interrogación existencial. De qué somos presiones, de nuestra propia naturaleza, miedos y vicios o de una mujer capaz de albergar vida, tal vez envidiada y admirada.

Salvo contadas excepciones, consagró sólo a las mujeres su celebrada faceta de retratista y sus personajes alegóricos encuentran una traducción femenina. El significado de lo femenino en Klimt siempre ha sido un asunto controvertido para la crítica. La mujer es el catalizador mítico del simbolismo de Klimt, imagen de la vida y de la muerte; amenaza y promesa a un tiempo.

EL OJO SEXUAL.

Como buen vienés madrugaba y caminaba mucho. En su caso, desde la Westbahnstrasse, donde vivía con su madre y sus hermanas, hasta el café Tívoli, donde desayunaba montones de nata montada a sabiendas de lo que le esperaba en el estudio. Años después, el doctor Wolfgang G. Fischer publicó un libro en el que afirmaba que la complicada vida amorosa del artista tenía su causa en una relación edípica no sólo con su madre, sino con las dos hermanas con las que vivió toda su vida y que soportaron su hipocondría y sus resacas.

Sus modelos eras muchachas que recurrían a él para pagar los desahucios, los gastos familiares, y Klimt se dejó llevar hasta tener un sinfín de hijos de los que sólo reconoció a cuatro. 

Aparentemente era un hombre muy tosco pero con un gran magnetismo sexual. Friederike Maria Beer, que muchos años después se suicidaría en su casa de Hawai, dijo de él que el extraño olor que exudaba, “al principio asustaba y después se percibía como un extraordinario magnetismo animal”. 

Se da por cierto que amó a Mizzi Zimmermann, la proletaria, madre de Gustav y Otto, dos de los múltiples hijos del pintor que, en cartas tiernas, expresa sin ambigüedad su amor. Le explica por qué le manda dinero por correo y no por giro, muestra preocupación por los niños y los felicita en sus cumpleaños. 

También estuvieron Alma Mahler y Adele Bloch-Bauer. Alma Mahler se llamaba Alma Schindler y fue besada por primera vez por Klimt. Aunque estaba enamorada de Klimt, se casó con Mahler y vivió una sonada aventura sexual con Kokoschka, el protegido de Klimt. Y todavía tuvo tiempo para casarse tres veces más.

A Adele Bloch la pintó dos veces. Era la hija de un banquero y se muestra enferma, delgada y elegante. Aparentemente, fumaba como una chimenea. Se casó con el psiquiatra Salomon Grimberg, que afirmó que encontró consuelo en los brazos agradecidos de Klimt. 


'La esperanza'. En 1903.

Otra mujer importante fue Minna, la pelirroja, madre de otro de sus hijos. Y también está Herma, una de sus modelos favoritas, «la muchacha cuyo trasero –según Klimt– era más hermoso e inteligente que el rostro de muchas otras», que dejó de pasar por el estudio al quedarse embarazada del pintor, pero Klimt la hizo posar con una barriga de ocho meses para el cuadro llamado “La esperanza” (1903), que provocó un aluvión de críticas entre los propios artistas y las demás modelos. El simbolismo que envuelve esa composición está relacionado con el nacimiento y temprana muerte de Otto, el segundo hijo de Klimt y Mizzi Zimmermann. 

Así que cuando Klimt murió de neumonía, 94 mujeres dijeron ser madres de algún hijo suyo. Pero en el momento de su muerte solo pidió la presencia de Emilie Flöge, a la que amó durante treinta y dos años. A los veintiocho años la pintó, alta y esbelta, en transparencias azules y delirios modernistas en un lienzo vertical y kitsch. Y volvió a pintarla en el más conocido de sus lienzos, El beso. Sus dorados evocan el arte bizantino de los iconos que Klimt había visto en Rávena. Precisamente no se casó con ella por amor, porque sabía que él no era un hombre de una sola mujer y no deseaba verla sufrir.
 



'El beso' de Klimt. 
Aparece el pintor con su amante Emilie Flöge.

Emilie Flöge era una adolescente cuando conoció a Klimt. Era la cuarta hija de un artesano de la madera que prosperó gracias a las pipas de espuma de mar. Tenía dos hermanas, Pauline y Helene, y un hermano. Helene se casó con Ernst Klimt, hermano del artista, por lo que Gustav se convirtió en cuñado de la hermana de su amante. 

Se veían casi a diario y pasaban los veranos juntos en la residencia campestre de los padres de ella en el lago de Atter. Con la ayuda de él, abrió en la Mariahilfstrasse una tienda exclusiva de modas. Diseñaba vestidos vanguardistas que llamaron la atención del mismísimo Paul Poiret. Mezclaba la alta costura con el arte. Jamás se casó.

Se cuenta que sólo se le resistió la bailarina Cléo de Merode, su imposible Lilith, probablemente la mujer más bella de su tiempo. En su autobiografía “El ballet de mi vida” aparecen reyes como Leopoldo de Bélgica, escritores como Proust, músicos como Massenet, arquitectos como Adolf  Loos, marqueses españoles, príncipes rusos, el Shah de Persia o el magnate Randolh Hearst, pero no hay una sola referencia Klimt que pensaba en ella cuando componía su Danae y su Judith.

COSAS DE VIENESES.

Recientemente, con motivo de una exposición de Klimt organizada por la Tate Gallery entrevistaron a dos expertos vieneses, Herbert Lachmayer y Alfred Weidinger, que no dejaron indiferentes con sus declaraciones al público británico.

Cuentan que el grupo de Klimt se formó por casualidad, un día dijeron, vamos a unirnos, somos rápidos, baratos y muy buenos y no tan complicados con los artistas famosos, así que fueron a ver a los arquitectos y rápidamente les dieron trabajo para decorar techos de teatros.

También resaltan que la obsesión por el desnudo es la obsesión de la auténtica verdad. Y ponen de ejemplo la escultura a Beethoven de Max Klinger, en la que el compositor aparece desnudo, como alguien que está en un hospital con un trapo entre las piernas.

Aunque existe el mito de que Klimt era un intelectual que conocía toda la obra de Sigmund Freud y Otto Weininger, desmienten el mito y lo reflejan como un individuo que iba al café con sus amigos, incluyendo Gustav Mahler y decidían en conjunto mientras que seguramente miraban a una joven vienesa, dicen literalmente.

Para explicar a la prensa británica como es que los conservadores vieneses de la época pedían a Klimt retratos de sus mujeres, a sabiendas de que más que un retrato haría una interpretación de su sexualidad, responden que seguramente pensarían “Quiero que Klimt ponga su ojo profesional en mi mujer”. Así que Klimt sacaría todas las energías eróticas de la señora en su retrato. Luego pensarían “yo soy moderno, no me siento celoso por esto”. 
 

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