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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

«LA CABRA O ¿QUIÉN ES SYLVIA?»

Interesante obra de teatro sobre la reacción social ante la relaciones afectivas no aceptadas socialmente.
 

TEATRO
«La cabra o ¿Quién es Sylvia?»

«La cabra», una obra con la que Edward Albee (Washington, EE.UU., 1928) vuelve a demostrar que, con Harold Pinter, es uno de los más importantes autores vivos del teatro en lengua inglesa. 

El motor de la función es una insólita historia de amor. Un hombre de ciudad se enamora rendidamente de una cabra, una pasión zoofílica que va más allá de lo concebible para un tipo de su situación: urbano, cultivado, arquitecto distinguido, casado felizmente, tolerante y comprensivo padre de un hijo homosexual, y sin anteriores aventuras extramatrimoniales de las que presumir, como él mismo dice que hacen algunos de sus amigos. 

A Martin, el arquitecto en la cima de su profesión, no le atraen sexualmente las cabras, le gusta específica e irremisiblemente esa cabra, Sylvia, tierno rumiante con el que se topó mientras buscaba una casita en el campo y en el que encuentra un amor puro, inocente, no sujeto a intereses de ningún tipo. 

Para él, y así lo expresa, Sylvia ha sido una maravillosa historia secreta en la que está latente, al tiempo, el germen de su destrucción, mecanismo que se pone en marcha cuando le confiesa a su mejor amigo la naturaleza de su pasión y éste se ve en la «obligación» moral de salvarlo de ese pozo de abyección contándoselo en una carta a Stevie, la esposa engañada.

El segundo acto de la función es magistral: Stevie y Martin mantienen un mano en el que él intenta explicar a su esposa, a la que dice seguir amando, la importancia de su relación con Sylvia, la cabra.

Martin habla y Stevie, la esposa. Responde como una mujer furiosa, tal vez preparada para impactos a su estabilidad conyugal más convencionales, que va rompiendo diversos elementos decorativos de la vivienda en un proceso simbólico de destrucción paralelo al de su matrimonio. 

Albee se plantea cuestiones como la imposibilidad de la pureza, las relaciones de pareja, los límites de la libertad, el alcance de la intimidad, el derecho a intervenir en asuntos personales de los demás, el fariseísmo social... 

Una situación irreal al servicio de un análisis sobre la aceptación a los demás y el deseo de llenar un vacío, de explicar una tragedia vital. Y es que Albee ha construido su texto –el mejor de cuantos ha escrito, según Michael Billington, el crítico de The Guardian– con una carpintería tan poderosa que le permite arrancar como “alta comedia con un punto de misterio” para terminar con toda la intensidad de una tragedia griega. Y es que la palabra tragedia etimológicamente viene de ‘el canto de la cabra’, porque los griegos antes de iniciar la representación sacrificaban una cabra y el animal, al morir, profería un grito, un canto.
 

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