NAPOLEÓN III Y EUGENIA DE  MONTIJO.

¿Por dónde se va a sus aposentos, Señora?. Por la vicaría, señor. Vengo a decir a Francia que he preferido a una mujer a la que amo y respeto.

l 1 de enero de 1853, el Emperador Napoleón III regresaba a las Tullerías y se acercó a la "señorita de Montijo", como él la llamaba a la joven casi veinte años más joven que él, y le preguntó: 

¿Por dónde se va a sus aposentos, Señora?.

Ella respondió: 

- Por la vicaría, señor.

Sin embargo, se rumoreaba que estaba en París para olvidar un amor imposible en España, por lo que un día el emperador le preguntó: 

- Dispense la audacia de una pregunta que voy a hacerle. - Contésteme con confianza. ¿Puede amarme? ¿Está libre su corazón? -

-Señor, no ignoro que se me ha calumniado. -Mi corazón ha podido latir alguna vez, pero he comprobado después que se engañaba. En todo caso, sigo siendo íntegramente la señorita de Montijo.

Una vez más el emperador intentó que ella se quedara en las Tullerias y dijo:

-No se irá usted así.

-Sólo puedo quedarme con una condición, y usted ya la conoce.

Poco después Mocquart, secretario particular de Napoleón III anunció su visita a la Condesa de Montijo con una nota en la que el Emperador pedía oficialmente la mano de su hija. 

Una mañana de enero tuvo que justificar en el Senado francés porqué se casaba con una mujer que no era de sangre real. 

Reunió a todos sus consejeros, ministros, diputados y senadores, el Emperador leyó un discurso:

'Señores: Inclinándome ante el deseo tantas veces manifestado por el país, vengo a anunciaros mi matrimonio. La unión que voy a celebrar no se ajusta a las tradiciones de la vieja política. Ésa es su ventaja.

Vengo a decir a Francia: he preferido a una mujer a la que amo y respeto, a una mujer desconocida, lo que hubiera tenido ventajas mezcladas con sacrificios...."

Alejandro Dumas hijo, autor de "La Dama de las Camelias" escribió sobre ella el día de su boda: 

"La joven y hermosa condesa de Montijo, graciosa, risueña, libre, elegida por su gracia y su belleza por el jefe de la nación más grande del mundo para ocupar a su lado el primer trono del universo, hacía palidecer de repente la importancia hereditaria y consabida de todas las otras princesas de Europa. Era el triunfo del amor sobre los prejuicios, de la hermosura sobre la tradición, de los sentimientos sobre la política. Era el advenimiento de la libertad, incluso de la fantasía, en los dogmas rígidos y consagrados de la monarquía". 

EL

Carlos Luis Napoleón Bonaparte (20 de abril de 1808 – 9 de enero de 1873). Fue el primer presidente de la Segunda República Francesa en 1848 y luego el segundo emperador de los franceses en 1852, bajo el nombre de Napoleón III y el último monarca que reina sobre este país.

Nacido en el seno de la Dinastía Bonaparte, es el hijo de Luis Bonaparte, hermano de Napoleón I y rey de Holanda y de Hortensia de Beauharnais, hija de la emperatriz Josefina. Se hace heredero de los derechos dinásticos después de las muertes sucesivas de su hermano mayor y de Napoleón II.

Su filosofía política es una mezcla de romanticismo, de liberalismo autoritario, y de socialismo utópico.

ELLA

María Eugenia Ignacia Agustina Palafox de Guzmán Portocarrero y Kirkpatrick, condesa de Teba, más conocida como Eugenia de Montijo (5 de mayo de 1826 - 11 de julio de 1920) fue emperatriz consorte de Francia como esposa de Napoleón III.

Eugenia era Condesa de Teba y Baronesa de Quinto, siendo su hermana mayor, Francisca de Sales, la verdadera Condesa de Montijo. La primogénita se casó con el Duque de Alba y la pequeña, Eugenia, llegó a emperatriz de Francia. 

Desempeñó un papel relevante como regente durante las campañas de Italia en 1859; por ausencia de su marido durante un viaje a Argelia en 1865 y en los últimos momentos del Imperio. Es evidente que ejerció una poderosa influencia sobre Napoleón III. 

En 1869 la emperatriz Eugenia inauguró el Canal de Suez y se cuenta que trató con desprecio y de forma humillante al creador de esta obra, Ferdinand de Lesseps, que para colmo era su pariente lejano. Pero por lo menos tuvo la idea de hacer representar Aída, la ópera de Verdi, a orillas del Nilo.

En lugar de seguir con la ópera convenció a su marido situar a Maximiliano de Austria (cuñado de Sissi) en el trono de México (1862-1867) y que, en 1869, condujo a Napoleón III a la guerra contra Prusia, donde el emperador cayó prisionero y Francia perdió Alsacia y Lorena. 

Eugenia tuvo que abandonar precipitadamente París, junto con su único hijo, buscando refugio en Gran Bretaña donde el ex-emperador Luis Napoleón se reunió con ella tras recuperar la libertad y haber sido destituido por la Asamblea. 

En 1879 murió su hijo, el príncipe imperial, en una guerra contra los zulúes, tras desobedecer una orden dada por sus superiores. 

Eugenia de Montijo, viuda y sola, mantuvo su residencia en Inglaterra pero viajando frecuentemente a España. En uno de estos viajes, con noventa y cuatro años, murió en Madrid, en el palacio de los Duques de Alba. Era el 11 de julio de 1920.

Como si fuese una premonición fue la madrina de bautismo de la nieta de la reina Victoria, la princesa Victoria Eugenia de Battenberg, que años más tarde se convertiría en la esposa del rey Alfonso XIII.