CÓMO NOS VEN ELLAS /opinión
femenina |
¿DÓNDE ESTÁ
EL LÍMITE?
Mientras que las mujeres defienden
su derecho a la libertad sexual, los hombres buscan argumentos para impedirla.
Si se toma por ejemplo la burguesía
del siglo XIX en Europa occidental, solamente las vírgenes se podían
casar con un hombre medianamente bien situado. Por falta de anticonceptivos
tenían que llevar una vida asexual hasta la boda, después
estaban entregadas a la merced de su marido.
La virginidad parecía ser
la garantía de estar sana, de que los hijos eran solamente del marido
y de que solamente el marido era dueño de la mujer. La mujer no
se consideraba como objeto de amor, sino de pertenencia.
Lo que para los hombres significa
un sentimiento de honor dañado si la mujer ha tenido sexo antes
con otro, para las mujeres es lo siguiente: “si tienes ganas te aguantas”.
En el siglo XIX, la época
de mayor represión sexual femenina, surgió un hombre que
hizo una lista de enfermedades causadas por este maltrato corporal : Sigmund
Freud. Defendió que una sexualidad oprimida o abusada puede causar
daños graves, en hombres y mujeres.
En algunas partes de África
practican la mutilación de los órganos sexuales femeninos.
¿Con qué fin?. El objetivo es el mismo: que no tenga sexo
antes del matrimonio. Y de hecho, este medio es mucho más eficaz.
Al margen de estos excesos que están
pasando a mejor vida ¿dónde están los nuevos límites?.
¿Qué aceptan los hombres y que no?.
La respuesta pasa por la educación
recibida. En países avanzados con una conducta sexual permisiva,
como los del norte de Europa, los hombres viven desde niños una
sexualidad sin tabúes los que les permite aceptar la sexualidad
femenina si relacionarla con supuesto honor malherido. En los países
latinos se sigue este camino, pero más lentamente.
Pero aún así ha ciertos
límites como por ejemplo la aceptación de la infidelidad
femenina. Es más común que una mujer acepte que a un varón
que ha sido infiel a su mujer que una mujer que ha compartido dos amantes
a un mismo tiempo. Las razones podrían encontrarse en el temor masculino
a sufrir la misma suerte, pues el hombre, por naturaleza, sabe de su decadencia
sexual a futuro. Pero seguramente, habría que buscar en la llamada
moral social o religiosidad la respuesta colectiva que se da a ciertos
prácticas sexuales en función de que las realice un hombre
o una mujer.

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