UN DÍA CON UN PADRE.

Un hombre solo dedicado a sus hijos.

Un amigo me invitó a su casa para pasar un fin de semana con él y sus hijos, dijo que si no podíamos salir por lo menos podemos charlar en los ratos libres y al mismo tiempo que le ayudase pedagógicamente con sus hijos porque dice que ya no puede más. 

Primero fuimos al zoo. Ni que decir tiene que fue imposible mantener una conversación entre adultos en el coche con la guerra que montaban los críos. 

Los niñitos descubrieron un muñeco en la tienda y cuando su padre se negó a comprar el decimocuarto juguete de esta semana, se pusieron a llorar como si les estuviesen matando. La gente nos miraba, qué vergüenza. Por fin se lo compró y seguimos. 

Después un restaurante, pero mejor ni recordarlo. No querían comer, tiraron todo al suelo, jugaban con la comida. Me hubiese gustado decirle unas cuantas verdades, pero no había manera. Entre reñirles, mandarles fuera, amenazar y promesas no hubo tiempo. En vez de siesta, cine. Una película que arrasa entre los niños. Los padres dormían o salían gritando. Cambiamos 90 minutos de guerra infantil por 90 minutos de horror cinematográfico. 

Luego al parque infantil. Columpios, discusiones. Por fin a casa, antes a Mcdonalds. Patatas fritas en el suelo, coca cola en la camiseta, ketchup en todos los sitios menos en las patatas. 

No satisfecho, mi amigo no quería ponerlos delante de la tele, así que pasamos la tarde jugando a las cuatro en raya, inflando más de 100 globos. A las 11 no estaba claro si los niños nos metían en la cama a nosotros o nosotros a ellos. Les pedimos que se acostasen, ellos ni caso. Hasta que dio unos gritos.

Todavía quería escribir la lista de "lo que se puede hacer mejor" y "medidas pedagógicas a medio y largo plazo", pero me dormí con la luz encendida.

Al día siguiente me levanté temprano, para tomar un café en tranquilidad. Desde la cocina oí pasitos de la habitación de los niños al dormitorio. Una vez, dos veces. Después de un rato ya se escuchaban risas. Eché un vistazo a escondidas al dormitorio y vi a un padre con sus dos hijos en la cama, dándose besos, contándose cosas, hablando. 

En el desayuno les pregunté a los niños lo que no les gustaba de su padre y decían: "no sabe hacer el cola cao como la cuidadora. Y no nos ha comprado todavía la play."

Mi amigo dijo que iban a ir al Prado y luego al parque para echar un partido de fútbol. Yo le dije, oye macho, muchas gracias, pero me voy. Quiero disfrutar del domingo. Se disculpó por los "malos ratos" que me habían causado y que todavía le debía el feedback y los buenos consejos. Y yo le dije "la lista con los consejos la destruí, es más, cuando algún día tenga hijos, te voy a preguntar a ti." 

En casa estoy en paz y tranquilidad delante de la tele, hace un sol estupendo y pienso qué bien me lo he pasado, que ahora estarán echando un partido, que las fuerzas que tiene este hombre son inhumanas. Tiene que sacarlas del AMOR, como dice él, con letras mayúsculas.  Hace la labor más importante del mundo. Ahora estarán juntos y saben que en este mundo no hay ninguna cosa mejor que estar con su familia, con sus niños, que son niños por muy poco años. ?. ¿Qué le podría decir YO? 

El AMOR no conoce reglas ni puede equivocarse.