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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

PEDRO SALINAS Y KATHERINE

“Cree en ti”.

Pedro Salinas Serrano (Madrid, 27 de noviembre 1891 - Boston, 4 de diciembre 1951) es un poeta esencial de la Generación del 27, seguramente el más romántico de todos.

Ya de joven fue lector de español en la Universidad de París entre 1914 y 1917, año en que se doctoró en letras. En 1918 le hicieron catedrático de lengua y literatura españolas en las universidades de Sevilla y Murcia. Y trabajó como lector de español en Cambridge entre 1920 y 1923. En 1936 emigró a Estados Unidos, donde fue profesor en distintas universidades, y allí vivió hasta su muerte. 

Su poesía tiene dos etapas, una primera influida por Juan Ramón Jiménez, abarca desde los inicios hasta 1931 (Presagios, 1924; Seguro azar, 1929 y Fábula y signo, 1931) y otra esencialmente romántica que nos conduce a la profesora norteamericana Katherine Whitmore. 

Salinas se había casado en 1915 con Margarita Bonmatí y tuvieron dos hijos. Precisamente la hija recopilo la correspondencia de sus padres y se publicaron bajo el título “Cartas de amor a Margarita (1912-1915)”.

El caso es que Pedro Salinas fue nombrado profesor de la Escuela Central de Idiomas y secretario general de la Universidad Internacional de Verano de Santander donde conoció en el verano de 1932 a una estudiante norteamericana, Katherine, y se inició la trilogía poética “La voz a ti debida”, “Razón de amor” y “Largo lamento”.

Un día el profesor Pedro Salinas daba su clase sobre la Generación del 98 y casi al acabar la clase entró una chica deslumbrante que se sentó en el último sitio. Para conocerla mejor invitó a la directora del curso a cenar y le dijo "mi familia no está, así que le agradecería si cenamos juntos y lleve a alguna estudiante para no ir sola, por ejemplo a esta señorita." En un momento de la cena la directora se ausentó un instante que Salinas aprovechó para salir a la terraza con la joven estudiante y mirando a las estrellas dijo a Katherine: ¿por qué no nos suicidamos juntos y saltamos hacia arriba?.

Katherine regresó a Estados Unidos para proseguir sus estudios pero el romance se mantuvo en forma epistolar y con una llamada telefónica diaria. 

En una de las cartas Salinas escribe: “Cree en ti, cree en tu valor único, en tu distinción suprema, en la nobleza de tu alma. Y vive de ella. Yo de lejos, de cerca, te ayudaré. Hasta que no me necesites más. Y mira, no tengas temor, oye, de quitar a nadie nada, queriéndome, no. ¡Me lo dices tan delicadamente en tu carta! No, yo no soy ni seré peor para nadie por ti, no. Lo que tú me pides, lo que yo te doy en nada atenta a lo que debo a los demás. Tú en mí no serás nunca nada malo, nada que robe algo a alguien, no. No tengas miedo. Seré cada día mejor.”

Katherine volvió para el curso académico 1934-1935, que es cuando la mujer de Salinas descubrió el romance de su marido e intentó suicidarse. La esposa de Salinas se recupera y Katherine se entera de todo rompiendo definitivamente la relación. Pero las cartas de Salinas seguían llegando. Pocos años después, en 1939, Katherine se casó con su colega Brewer Whitmore, pero por un accidente de tráfico se queda viuda al año siguiente.

Luego llegó la segunda guerra mundial y ella se negó a contestarle a sus cartas porque la censura interceptaba el correo en Puerto Rico donde vivía el poeta.

Pero las cosas no acabaron así, se volvieron a ver el año de la muerte de Salinas. Katherine fue a verle a Northampton donde iba a dar una conferencia y sin palabras se puso frente al poeta. Sólo pudo hacerle una pregunta “¿No entiendes por qué tuvo que ser así?”. Pedro Salinas le confesó: “No, la verdad es que no lo entiendo. Otra mujer, en tu lugar, se habría considerado muy afortunada”.  

Katherine falleció en 1982 y autorizó la publicación de sus cartas con Salinas, guardado en la biblioteca de la Universidad Harvard, siempre que fuera veinte años después de su muerte y se omitieran las que ella le envió. Las de Salinas son unas trescientas, testimonio de una relación que duró quince años hasta que concluyó en 1947. 

Quince años unidos por la poesía pero pendiente cada día de una llamada que nunca llegó.  

LA VOZ A TI DEBIDA, 1933

Versos 102 a 126 

¡Si me llamaras, sí; 
si me llamaras! 
Lo dejaría todo, 
todo lo tiraría: 
los precios, los catálogos, 
el azul del océano en los mapas, 
los días y sus noches, 
los telegramas viejos 
y un amor. 
Tú, que no eres mi amor, 
¡si me llamaras! 
Y aún espero tu voz: 
telescopios abajo, 
desde la estrella, 
por espejos, por túneles, 
por los años bisiestos 
puede venir. No sé por dónde. 
Desde el prodigio, siempre. 
Porque si tú me llamas 
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!» 
será desde un milagro, 
incógnito, sin verlo. 
Nunca desde los labios que te beso, 
nunca 
desde la voz que dice: «No te vayas».


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