PROSTITUCIÓN. HACEMOS SEXO NO AMOR.

Un periodista se introduce en el mundo de la prostitución y pregunta a las prostitutas por las razones de su éxito. Un trabajo de investigación en el que sólo se escucha, algo tan difícil en un submundo que no se acaba de erradicar.

Aunque en España el mundo de la prostitución obedece a causas diferentes, cabe destacar la labor de un periodista que se ha introducido en un submundo que cuesta erradicar, la prostitución.

J. Anielka Rodríguez  ha realizado en Nicaragua un interesante trabajo de investigación, en el que se aproxima al mundo de la prostitución desde una nueva perspectiva, calificándolas de mujeres «malas» buscadas por hombres «tristes», abandonados o «maltratados» por sus esposas. Un tema poco abordado en una sociedad que apenas se asoma a las puertas de la modernidad. 

El periodista conversó con cuatro «damas de compañía» nicaragüenses, que prestan sus servicios a través de la Internet y teléfono. ¿Por qué son tan buscadas estas mujeres? Ellas nos contaron cómo complacen a los hombres y lo que éstos les piden que les hagan. 

«Prostituta» y «dama de compañía» no es la misma cosa, dice «Juana», quien se considera una trabajadora sexual. «El hacer el sexo es un arte, así como es ser un buen pintor, escultor, escritor, poeta, ingeniero y político». 

Según las entrevistadas «Jacki», «Sofía», «Juana» y «Jessica», las prostitutas son las que se acuestan con uno y otro que se les pone enfrente y lo hacen por pasar el rato. Con esto, ellas pretenden darle otro significado al término y al oficio tan antiguo como la humanidad. 

Pero, ¿qué hacen ellas que no haga una esposa?, ¿cuáles son sus armas, mañas y técnicas para satisfacer a plenitud a sus clientes? 

¿ESPOSAS SON FLOJAS EN LA CAMA? 

«Jessica» con 20 años, nos cuenta como toda una experta: «Nosotras no hacemos el amor sino el sexo, y aquí es donde rebasamos a las esposas que son flojas en la cama y caen en la rutina. Además se descuidan, no se arreglan, inclusive aumentan de peso; porque dicen ´ya está casado conmigo, no me va dejar´, pero qué tontas que son. Por eso ellos caen en nuestras manos y son bienvenidos». 

«Ya vez, hay clientes que no desean sexo nada más, algunos nos cuentan los problemas que tienen con su pareja y qué les gustaría que les hiciera. Incluso yo he visto llorar a más de alguno, y me dicen ´por qué mi mujer no es como vos, por qué no me escucha de igual manera´», dice «Jacki», quien es modelo de una prestigiosa agencia de la capital y estudia Diplomacia en una de las universidades más costosas del país. 

Nuestras entrevistadas tienen entre 19 y 24 años y su apariencia no es de «callejeras». Se visten discretamente, sin exhibir sus atributos, visten a la moda y con atuendos de marcas, pareciera que asisten al salón de belleza dos o tres veces por semana. 

Mantienen sus hogares y ninguno de sus familiares se entera de lo que hacen (o fingen no saberlo). Dicen ellas que hacen piruetas y toda clase de engaños para ocultar su trabajo. 

Aunque pudiera pensarse lo contrario, son tímidas y hasta les dio vergüenza hablar sobre sexo. Aman mucho a sus padres y desean coronar una profesión. Todas coincidieron en que desean conocer a su media naranja y brindarle todo su amor. 

CLIENTES DE PRESTIGIO 

La mayoría de sus clientes son hombres casados que gozan de respeto en la vida pública, entre ellos hay políticos, embajadores, diplomáticos, inversionistas, empresarios de prestigio, en fin, la gama de clientes es privilegiada, nos cuenta «Juana» con una sonrisa pícara. 

Entre sus preferencias están los hombres cuarentones. «Saben cómo halagar a una dama, son cariñosos, nos traen obsequios y les gusta conversar de sus vidas y saber de las nuestras. Y en materia de sexo son los mejores amantes, tienen una manera de moverse, de besarte y te excitan con tan solo la mirada», coincidieron las cuatro, mostrando hasta euforia. 

«En contradicción con los jóvenes que practican un sexo salvaje, sólo buscan satisfacerse ellos, incluso hasta quieren golpearte y terminan como que si tienen un ataque de epilepsia, son terribles», dijo «Sofía», de 23 años, con tono de enojo. Una de las muchachas con la que conversamos, nos dijo que las esposas tienen que explotar la mejor arma que tienen: el amor que les tienen. Pero hacen todo lo contrario, les critican, les exigen a gritos, los ofenden, no los escuchan, rechazan sus caricias, los castigan al no tenerlas en la cama y entran en una falta de respeto increíble.