SABER DISFRUTAR Y SENTIR PLACER.

El sol se levanta todos los días, si te lo mereces o no. Son las pequeñas cosas.

Gozar no tiene nada que ver con merecérselo o no.

Parece que hay gente que disfruta más que otros. Aunque llevan la misma vida, unas personas parecen felices y otras encuentran todos los días algo para quejarse, algo que les amargue la vida. 

Unos tienen vacaciones y disfrutan de la playa, del hotel, de sus días libres con su familia, otros se empeñan en encontrar faltas en el servicio, basura en la playa y defectos de su pareja. 

SABER DISFRUTAR SE PUEDE APRENDER. 

El niño que nunca pudo actuar según sus intereses, que siempre ha tenido que demostrar esfuerzo para conseguir algo, de adulto nunca va a ser capaz de gozar libremente. Ángel Gabilondo, psicólogo, da una definición como puede funcionar el placer: “Es más una apertura que una cerrazón. No se trata de una recompensa, ni del mero resultado de un esfuerzo, ni de la retribución de un acto, ni de un bienestar alcanzado. Es una alternación del tiempo, la intensidad del instante, el trastorno de la duración, su espacialización, una suerte de eternidad que se hace cotidiana, el alma gozosa de un cuerpo que palpita, late, vive.”

El secreto parece estar en emplear sus cinco sentidos para sentir placer y cuando lo sentamos en darnos cuenta conscientemente de eso. Los cinco sentidos nos sirven para movernos en el mundo, sentimos de dolor a placer. ¿Por qué no evocar el último?

¿DE QUÉ DISFRUTAR?

Si se preguntan a los niños qué es lo que más les gusta casi todos dicen: Jugar con mi papá. Que mis padres tengan más tiempo para  mí. Qué mis padres estén juntos y que se quieran otra vez. 

Buscamos el placer en mercancías, comprando cosas y es cierto que algunas cosas nos pueden hacer felices. Pero nos acordamos de pagar la factura de la casa, o nos acordamos de las cenas, de las navidades con la familia, del sentimiento de abrir la puerta después de un día largo de trabajo en invierno. ¿Disfrutamos de mostrar las fotos del viaje a nuestros amigos o más del olor del mar en el barco, el calor del sol en la piel y el viento tibio por la noche cuando hicimos el amor con nuestra pareja?. Los momentos para disfrutar los hay tantos a lo largo de un día, los chistes, colores, olores que traen recuerdos. Si todos los días uno se puede acostar recordando tres momentos de placer, ya no se puede ser tan infeliz.

¿COMPARTIR EL PLACER?

Dice Gabilondo : « El placer no existe por separado, es siempre de alguien y con otro, aunque ese otro sea uno mismo. »

De hecho, a veces vivimos momentos extraordinarios pensando: Qué pena que ahora no esté ella. Me gustaría que lo viese él. La puesta del sol más bonita no vale para nada si no la compartes. Buscar el placer de la otra persona e intentar proporcionarle placer por un lado es la tarea más difícil. Hay que conocer al otro, hay que haber una relación muy íntima para saber qué puede evocar placer dentro de la otra persona. Muchos, incluso matrimonios, fallan. 

El típico ejemplo es el regalo del cumpleaños. Cuanto nos cuesta encontrar algo que le complazca, con todo el dinero que tenemos. Por otro lado, la simple risa de un niño que abre el regalo que se ha deseado tanto o porque ha ganado contra el padre o los pasos orgullosos de una mujer que lleva por primera vez su nuevo vestido, ya recompensa todo y ya nadie pregunta por el precio. Hacer que el otro sienta placer sexual, no solo te complace a ti, sino levanta la autoestima y hace que el otro te quiera más. 

Cuidado: Compartir placer puede hacer adictos.

ACEPTAR EL PLACER

Muchos viven en pleno lujo y son infelices. No se dan cuenta de las posibilidades o no pueden aceptar que gocen porque creen que no se lo merecen. En el momento en que se pueda aceptar el placer, uno se da cuenta enseguida de la cantidad de gente y de momentos que hay en la vida, gente que te da y momentos que te hacen sentir bien. Hay que aprender a verlo. Y a devolver lo mismo, pero sin esperanza de que te lo vayan a devolver. Muchas cosas pasan sin que hagas nada. 

El sol se levanta todos los días, si te lo mereces o no.