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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

BOHEMIOS Y EL ARTE DEL SABLAZO

El arte del sablazo en los Cafés bohemios.

Pedro Luis de Gálvez (Málaga, 1882 – Madrid, cárcel de Porlier, 20 de abril de 1940), escribió un tratado del arte del sablazo en los cafés bohemios. Para cada víctima había un remedio para arrancarle unos cuantos reales con los que matar el hambre. Fue un maestro del todo vale. Sus peores atrocidades en el arte del sablazo las cuenta Pio Baroja. Su final fue su fusilamiento por la muerte de un poeta al que sableo muchas veces. Sus defensores niegan que tuviese culpa de su muerte, no por nada, sino porque siempre respetó a sus benefactores y Muñoz Seca le salvó muchas veces.

Pedro Luis de Gálvez era hijo de un general carlista muy religioso que no tardó en mandarle a un seminario del que le expulsaron pronto por un asunto de faldas. Era listo y opositó a alumno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, sacando el número 2 e ingresó en la misma, pero de nuevo las faldas le causaron la expulsión. 

Esta vez el padre le mandó a Correccional de Santa Rita, donde empieza a escribir poesía y se vuelve anarquista. Tras el correccional se hace actor en el Teatro de la Comedia, hasta que un día su padre decidió cambiar la carrera artística de su hijo y en plena función subió al escenario y le sacudió una paliza con su bastón.

De nuevo en la calle, huye de su padre a París, donde mendiga.

Vuelve en 1905 e inicia una serie de conferencias sobre Anarquismo en Andalucía. Al poco tiempo acaba en la cárcel desde donde participa en el concurso nacional de cuentos del periódico El Liberal, y lo gana. 

El jurado lo formaban Pedro de Répide, Alberto Insúa, Armando Palacio Valdés y Ramón Gómez de la Serna, que airean sus méritos y como recompensa a su popularidad el periódico El Liberal le ofrece su corresponsalía en Melilla, pero dura poco por problemas políticos.

Ya en Madrid tuvo un hijo con la madrileña llamada Carmen, que les nació muerto y del cual escribió Pío Baroja que iba por los cafés con el niño muerto en una caja de zapatos pidiendo dinero para enterrarlo. Parece ser que si el sableado no aflojaba los reales abría la caja y nadie dejaba de pagar.

Sin embargo, el propio Gálvez atribuyó esa anécdota a Emilio Carrere y asegura que fue el aragonés Benigno Varela quien pagó los derechos de enterramiento, una cajita de madera y algunas flores. Según su versión lo único que le pidió a Carrere fue algo de dinero para alquilar un coche en el que llevar a su madre hasta el cementerio de la Almudena. 

Con el tiempo se casó con la malagueña Teresa Espíldora Codes, con quien tuvo dos hijos. 

En esta época ya vivía abiertamente del sablazo y escribe un tratado: “El sable. Arte y modos de sablear”.

Un día se hizo el muerto y llamaron al cura más próximo para que administrara la extremaunción al "moribundo". Al poco, salió el cura al pasillo y gritó a los vecinos «¡Pero bueno, qué clase de muerto es este señor que me pide diez duros!».

Otra vez intentó empeñar a su propio gato en el Monte de Piedad. El oficial se lo negó y montó una trifulca, de modo que el gato saltó al mostrador sin que hubiese forma de sacar al asustado animal. Entonces el empleado sacó unas monedas y le suplicó que se fuese.

Al estallar la Guerra Civil, fue responsable de una cheka y se dijo que pudo ser él el responsable de la muerte de Pedro Muñoz Seca. Ahora hay libros que desmienten la leyenda de que iba por calles vestido de mejicano pegando tiros y se cuenta que cuando Muñoz Seca estaba preso, Gálvez dijo a los guardianes: «Cuidádmelo, cuidádmelo, que a éste no lo mata nadie más que yo... ¿Verdad don Pedro?»; y Muñoz Seca contestaba: «Honradísimo Gálvez, honradísimo».

Se cuenta que en pleno Madrid republicano albergó en su propia casa al escritor Ricardo León y salvó la vida a Ricardo Zamora, guardameta internacional español y alertó a varios escritores, entre ellos Emilio Carrere, Pedro Mata y Cristóbal de Castro, con lo que evitaron su detención. Al finalizar la guerra, Enrique Larreta quiso llevarse a Gálvez a la Argentina y Rufino Blanco Fombona insistió en que se exiliase a Venezuela. Gálvez se negó a salir de España, y acabó condenado a muerte por un Consejo de Guerra el 5 de diciembre de 1939 por «conspiración marxista y otros cargos más» entre los que se contaba «la muerte de varias decenas de monjas», sin especificar, y no se le comunicó la sentencia, de forma que cuando tanto León como Zamora intentan intervenir en su favor ya es demasiado tarde y muere ante un pelotón de ejecución en la cárcel de Porlier el día 20 de abril de 1940. 

El escritor Juan Manuel de Prada le hizo protagonista de su novela “Las máscaras del héroe”.
 

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