SANTAS O PUTAS.

Los antiguos papeles femeninos ya no funcionan.

A partir de la Edad Media se distinguía en las mujeres básicamente 4 tipos: monjas, vírgenes, esposas y prostitutas. Se las diferenciaba prácticamente según su comportamiento sexual, siempre en función de la sexualidad masculina : mujeres sin sexo – monjas y vírgenes. Mujeres con sexo: prostitutas y esposas. Esto fue el encaje de las mujeres. No hubo distinción de clase social o de profesión. Este orden fue definitivo para las mujeres.

En algunas cabezas esta distinción sigue funcionando, se habla de una bipolaridad o ambigüedad (Dichotomie): o santas o putas. Hay hombres que ven a las mujeres en función de este orden. Es casi un defecto psicológico, ya que las mujeres son mucho más que esto. 

Para algunos hombres sigue la bipolaridad: la Vírgen María, la madre y la esposa. Las santas. Y las otras mujeres que viven libremente su sexualidad y que por eso son malas. Las putas. 

Si un hombre tiene que decidirse entre dos mujeres, una rica y sexualmente experimentada y una virgen pobre, se va a casar con la virgen. O una mujer que le adora, que le ama con locura pero que no cabe dentro del encaje “santa”, nunca puede ser su pareja fija, su esposa. Mientras que una que es más fría, pero pura, si puede ser su mujer.  En los dos casos este tipo de hombres sigue determinando a las mujeres según su comportamiento sexual. 

No solo los hombres, sino también las mujeres quieren formar parte en este juego. En un juego así funcionan muchas estructuras psíquicas, como la internalización de la moral, tabúes, el abandono de sí mismo etc. Por ejemplo, las mujeres que niegan su instinto sexual hasta el punto de caer enfermas o de aceptar una vida sin placer u hombres que se deciden por una mujer «innocente» en vez de una a la que quieren. El colmo de esta mentalidad culminó a finales del siglo XIX, con el Victorianismo y el surgimiento de muchas enfermedades psíquicas y por consecuencia la creación de la psicoanálisis (Freud empezó con mujeres con problemas de este tipo).

Bueno, agua pasada, querríamos decir. Desgraciadamente no lo es. Por lo menos en algunos círculos o cabezotas esa ambigüedad sigue en función. Hay mujeres que participan en este juego, que saben cotizar bien su virginidad o su inocencia en el mercado matrimonial masculino. 

En la vida real las mujeres ya no pueden reducirse y autodeterminarse a su conducta sexual. Las mujeres participan en la vida económica y política de la sociedad. Son mucho más que “santas o putas”. Obreras, abogadas, enfermeras, presidentes, inteligentes, humildes, alegres, tristes, conservadoras, liberales, revolucionarias, deportistas, vagas, negras, blancas, madres, hermanas, amigas, colegas. Si alguien las quiere reducir a esta bipolaridad “virgen o santa” nunca las habrá comprendido, nunca podrá valorar lo mejor de ellas y nunca las podrá respetar debidamente.

Y luego está el mito de “santa esposa madre de mis hijos”, que juega otro papel más influyente del que se cree, pero del que hablaremos otro día.