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PADRES DESBORDADOS.
Entre la permisividad y la disciplina.
Lo primero que hay que decir es
que no todos los padres tienen el título de pedagogo colgado en
la pared, pero es lo mismo, los pedagogos tampoco aciertan.
Para algunos pedagogos, el problema
es la educación demasiado permisiva y sin límites que recibieron
unos niños a los que se transforma en tiranos (síndrome del
emperador).
El pequeño tirano reinvierte
el orden jerárquico de la familia, se apodera del control de la
casa. Empiezan con los chantajes como los enfados, los gritos, el irse
de casa… y los padres ceden y ceden …
"Acababa cediendo siempre, haciendo
todo lo que ella quería para no provocarla. Si ella te decía
esto, tú cedías para que no se enfadase, volvías a
hacerlo para que no chillara, para que no te amenazara con que se iba de
casa", cuenta una madre en un reportaje publicado en el País. "Me
metía en la cama a veces con miedo. A mí me anulaba, pero
a mi marido, no le dejaba comer en la cocina con ella. 'Yo con este cerdo
no quiero cenar, que se quite de en medio', nos decía. Se convirtió
en la reina y señora de la casa y nosotros en sus sumisos esclavos",
rememora en las sesiones entre lágrimas.
Una educación liberal demasiado
permisiva, en la que los roles y la jerarquía se han borrado, es
el lugar ideal para que emerjan este tipo de comportamientos. Roberto Pereira
y Lorena Bertino, de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar, apuntan
en el mismo reportaje a que suele ocurrir en familias donde la relación
entre padres e hijos está en pie de igualdad, donde las normas no
se imponen sino que se negocian; en casos de padres sobreprotectores, que
afirman querer a sus hijos "hagan lo que hagan"; en familias con progenitores
insatisfechos con sus roles, que sienten que sus vidas están vacías
o que no querían tener hijos. Otros casos se dan en parejas con
una relación muy conflictiva, en la que recurren al hijo como arma
arrojadiza, descalificándose mutuamente y creando un código
que el hijo percibe como arbitrario. También destacan el perfil
de padres que, por algún motivo, mantienen una relación excesivamente
próxima, o fusional, con uno de sus hijos -suele darse más
en familias monoparentales- y el de familias de inmigrantes reagrupadas
después de un largo periodo de separación. Los especialistas
también coinciden en otras dos cuestiones: la madre es en la abrumadora
mayoría de los casos la víctima; y el problema se está
feminizando, a la vista del aumento de casos de hijas agresoras. "Para
mí, el mayor error que he cometido fue intentar ser su amiga en
vez de su madre", prosigue María en su sesión de terapia.
"Queremos ser tan amigos de los hijos y darles tanto. Ese ha sido otro
error mío, darle todo lo que yo no he podido tener, porque vengo
de una familia humilde".
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