NIÑO NO HAGAS ESO.
Niños malcriados que saben
que vendrán sus padres a pagar sus platos rotos.
Uno de los mejores palacetes de
Madrid esconde una historia de juego.
Al hijo le gustaban las cartas y
las apuestas. El padre se desesperó pidiéndole que no jugase
más, pero cada vez que le visitaban los acreedores de sus hijos
pagaba las deudas de juego porque eran deudas de honor.
Cuando el padre murió se
apostó el inmenso palacete, recién heredado, en una partida
de cartas.
Perdió y ya no estaba el
padre para pagar los platos rotos, sólo la calle.
Pero, en mayor o menor medida, todos
somos hijos malcriados y todos malcriamos a nuestros hijos. Todos nos lo
quitamos todo para que a ellos no les falte ni un solo capricho. Todos
pagamos los platos rotos de nuestros hijos.
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