SEGURAMENTE NO TENGO RAZÓN, PERO VIVO CON ESCOLTA.

Se que probablemente no tenga muchas razones, sé que sufre una depresión y lleva de baja un año, pero yo llevo escolta.

Un día llegué a casa y le anuncié a mi marido que nos divorciábamos. De repente cambió y se transformó en un hombre violento. Hoy llevo escolta.

Cuando le comuniqué mi decisión de divorciarme cambió de repente y comenzó a lanzarme amenazas, incluso de muerte, que fueron creciendo día a día. Tras un tiempo de amenazas verbales, éstas continuaron acompañadas de una serie de acciones concretas que me iban anunciando un golpe definitivo. La primera denuncia me la archivaron sin explicaciones.

Dos meses después de interponer la primera denuncia, un día al salir del trabajo, mi marido intentó matarme en plena calle. No me pasó nada, pero otra persona resultó herida. Presenté una segunda denuncia en los juzgados y la prisión preventiva para el agresor. El juez no la concedió y se limitó a dictar una orden de alejamiento. Recurrí y me concedieron una protección policial para la mujer durante las 24 horas del día.

Primero fue un policía y ahora un escolta privado. Aunque me resta intimidad me ha dado más autonomía y libertad de movimientos. Vivo con menos miedo.

Mi caso, podía haber tenido un desenlace fatal, pero sigo viva. 

Sé que he destrozado la vida a mi marido, que no es un mal hombre, sé que le he decepcionado. Se que hay otro y que ocupa su puesto. Sé que seguramente no tenga muchas razones afectivas y así me lo hacen saber cada día mi familia y mis hijos. Sé que mi marido vive en una pensión y el otro en su casa. Sé que el otro ha maltratado a mis hijos. Sé que lo primero que hizo el otro fue echar a mi hijo del sillón para ver mejor el fútbol. Sé que mi marido no quiere vender el piso, como le he propuesto, porque dice que no tiene más tras años en la fábrica, y que quiere dejar algo a sus hijos. Se que probablemente no tenga muchas razones, sé que sufre una depresión y lleva de baja un año, pero yo llevo escolta.