FILTROS, CALLE DEL DESENGAÑO
Y ANTÍDOTOS.
Sólo hay un antídoto.
El supo desde el principio que ella
le había echado algo en el café. Estos filtros se notan enseguida.
Todos los días se miraba al espejo y este le respondía: ¡encantado
de haberte conocido! A lo que respondía lo mismo: ¡yo
también estoy encantado de haberte conocido! Hasta que
un día el espejo le miró de arriba abajo y le dijo: ¡no
te da vergüenza ser tan poca cosa e ir con esa mujer! Dio la razón
al espejo y salieron a patearse Madrid.
Era muy de noche hasta para Madrid,
y él se empeñaba en mirar la casa donde habían vivido
Quevedo y Góngora en el barrio de las letras. Quería contar
algo de la convivencia entre enemigos cuando ella le empujó a un
tugurio de no más de treinta metros cuadrados, lleno a reventar,
y con un viejo roquero al fondo que aporreaba la guitarra.
A la mañana siguiente, a
esa hora en la que unos van a comer, ellos acababan de desayunar y se dieron
de bruces mientras paseaban con la calle del Desengaño, que toma
su nombre de un duelo entre dos caballeros, que se interrumpió cuando
una sombra negra se cruzó entre ellos. Ambos caballeros dejaron
el duelo para mejor ocasión y persiguieron a la sombra que les llevó
hasta un muerto. Al verlo les pareció poca cosa, esperaban algo
más, y dijeron “menudo desengaño”.
Pero el todavía andaba pensando
en Góngora y recodó los versos:
Noble desengaño,
Gracias doy al cielo
Que rompiste el lazo
Que me tenía preso.
Recapacitó y dijo que el
desengaño es el único antídoto contra ciertas pócimas.
Ella fingió no saber de que hablaba y le recordó que la boca
no está solamente para hablar, sino para comer. Le dijo: llévame
a un restaurante donde no pongan pescado, ni cordero, ni verdura ni frutas.
A la hora de la merienda consiguieron encontrar un restaurante a punto
de cerrar donde les dieron de comer.
De allí fueron a ver una
iglesia circular y ella le aumentaba la dosis susurrándole al oído
más datos de los que daba el guía, le hablaba de otras cúpulas
mayores, presumía de políglota hablando con todos los turistas
y él se preguntaba cómo se podría desengañar
de una mujer así. Se decía: no creo que encuentre el antídoto.
Cayó la noche y se fueron
a un musical. Ella reía y el era feliz viéndola reír.
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