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BELLEZA FEMENINA: EFÍMERA EN EL TIEMPO, PASAJERA EN LAS ÉPOCAS.

“A las mujeres no se las mira, se la admira.” Así respondió Azorín a alguien que le comentó que le gustaba mirar a las mujeres; pero es que mirar es poco cuando hablamos de belleza femenina. Hay mujeres que simplemente quitan la respiración, uno no puede limitarse a mirarlas sin suspirar. Esto si es admirar.

La Real Academia de la lengua no entra en descifrar estos matices de Azorín y se limita a definir el término admirar como: 

      1. tr. Causar sorpresa la vista o consideración de algo extraordinario o inesperado. 
     2. tr. Ver, contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algo que llaman la atención por cualidades juzgadas como extraordinarias. 
     3. tr. Tener en singular estimación a alguien o algo, juzgándolos sobresalientes y extraordinarios.
Hay mujeres que simplemente quitan la respiración, uno no puede limitarse a mirarlas sin suspirar. Esto si es admirar.

Es curioso es que el concepto de belleza, efímero por su condición humana, es también pasajero en las épocas.

Lo que entendemos por belleza femenina cambia con el tiempo, así que la mujer que hoy consideramos como un prototipo de belleza habría sido un flacucha más para nuestros abuelos.

La belleza es un concepto cultural y se caracteriza por su relatividad. Cada cultura y cada época tiene su propio ideal de belleza. A lo largo de la historia este ideal ha ido cambiando y continuará haciéndolo. 

En épocas prehistóricas, la gordura de la mujer era venerada como símbolo de fertilidad. La Venus de Willendorf es una pequeña escultura que atestigua la existencia de ese culto a la mujer gruesa. 

En Grecia se creó el canon clásico de belleza basado en la proporción, el equilibrio y la mediada. Los griegos buscaban una mujer con cintura pequeña y con pechos, muslos y caderas voluminosos. La Venus de Milo es una muestra de su ideal, pero hoy en día no podría pasar modelos.

En el siglo XVII, Rubens con sus Gracias abogó por una mujer robusta, que a día de hoy llamaríamos “gorda sin remedio”.

Luego las postguerras modernas pusieron de moda a las gordas,  porque flacas había demasiadas, desgraciadamente. 

Hasta épocas recientes no se ha puesto de moda la delgadez, quizás desde que Coco Chanel dijo que una mujer nunca es demasiado delgada, ni un hombre demasiado rico. 

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