Respeto a la pareja y apoyo sincero a los hijos, sin caer en la tentación de sustituir con regalos su poca dedicación por sus compromisos profesionales.

La división de las funciones entre los dos sexos comenzó miles de años atrás y no se creó por un simple capricho, sino por razones de supervivencia. Sus consecuencias aún repercuten en el presente. 

“Antes de formarse la sociedad patriarcal, en más de 200 sociedades primitivas eran siempre los varones quienes realizaban las tareas más rudas y peligrosas, mientras que las mujeres cocinaban y criaban a los hijos. Por eso, más adelante el rol de la mujer quedó recluido a un nivel menor e incluso en los códigos civiles del derecho romano se la considera como ser inferior y sirvienta del hombre”, dijo Marlene Prieto, antropóloga social. 

En la década de los 50 aparecieron varios libros (El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, entre ellos) que provocaron que la mujer se cuestionara sobre la igualdad de derechos.

En 1963 se publica en Estados Unidos The feminine mystique (La mística femenina), de Betty Friedan, contribuyendo a que las mujeres descontentas tomaran un papel más activo en cambiar su realidad. 

“Somos víctimas de la mística femenina, ese mito social que indica que la maternidad y las labores domésticas son por excelencia las ocupaciones que permiten a la mujer sentirse realizada como persona”, señala en el libro la feminista Friedan. 

“El único camino que tiene la mujer para encontrarse a sí misma –lo mismo que el hombre– es su propio trabajo creador…”, agrega.

En 1966, la feminista fundó la Organización Nacional de Mujeres (NOW), que actuó como un grupo moderado de presión para tratar de establecer la igualdad de derechos para las mujeres. Posteriormente surgieron otros grupos en la lucha por reformar leyes y lograr la preciada igualdad.

Esta liberación femenina modificó en cierta forma el rol del hombre en la sociedad y en la familia, siendo más evidente en países desarrollados como Estados Unidos. 

EL ROL DEL VARÓN EN EL PRESENTE

Al hombre no se le entrena para ser padre de familia, por lo que suele cometer los mismos errores que sus antepasados, quienes le enseñaron que él es la persona que trabaja y da órdenes. Se dejó de lado enseñarle que debe estar presente en el crecimiento de sus hijos. 

A partir de la década de los 70 el hombre empieza a entender que ser varón significa poner sus dones al servicio de los demás y que debe aprender a compartir, por ejemplo, las responsabilidades domésticas.

PERFIL DE UN BUEN PADRE.

De acuerdo con los especialistas en terapia familiar, la paternidad es un compromiso que dura toda la vida, y un buen padre es aquel que:

• Cuida a la familia a la par de su esposa y coopera ampliamente en el cuidado, educación y formación de los hijos. 
• Expresa sus sentimientos y constantemente le manifiesta a sus hijos cuánto los quiere. 
• Reconoce cuando comete errores y sabe pedir perdón. 
• Es un buen modelo de ser humano tanto para el hijo varón como para la hija. 
• Evita dar órdenes todo el tiempo y en vez de eso pide las cosas de buena manera. 
• No hace promesas que no puede cumplir, ni a su esposa ni a sus hijos. 
• Trata a su familia con la misma cordialidad que utiliza con sus compañeros de trabajo, jefes o amigos. 
• No insulta a sus hijos ni los nombra con apelativos tales como “estúpido”, “inútil”, etc. 
• No compensa con objetos materiales una carencia afectiva o la falla de no dedicar tiempo suficiente a sus hijos. 
• Respeta el derecho de su compañera a ejercer su profesión y oficio. 
• Apoya a su esposa e hijos en la búsqueda de oportunidades de estudio y progreso.