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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

CARMEN AMAYA. LEYENDA DEL FLAMENCO.

"Va por usted, señor rey".


Carmen Amaya en 1952 en su barrio de Somorrostro.

Carmen Amaya (nacida el 2 de noviembre de 1913, pero muchas biografías lo fijan en 1918) en la playa de Somorrostro, barrio de Barcelona, ya desaparecido. 

Era gitana, flamenca y nunca nadie ha zapateado como ella. Era analfabeta, aprendió a leer para poder entrar en Estados Unidos. Nunca quiso nada, aunque lo ganó todo. Conoció a todo el mundo y sólo era feliz con los suyos.

Ya de niña, volvía del tablao flamenco al amanecer con una barra de pan bajo el brazo, que iba repartiendo entre los pobres del Somorrostro. 

Llegó a ganar 14.000 dólares semanales (de los del año 40), pero lo dio todo. Hasta el punto de que John S. Wilson, su amigo estadounidense que participa en el documental “Como quien oye llover”, le compró la masía de Begur para que muriera con una escritura a su nombre. Ella lo explicó: “No, de verdad que no he manejado nunca plata. Me estorba. Hay muchas desgracias en el mundo. Si lo tengo, al primero que me lo pide se lo doy. Y si no me lo pide nadie, pago por un paquete de cigarrillos 10 veces más de lo que vale. Así, me voy sin una perra en el bolsillo y duermo a gusto”. En esta casa, en 1963 se rodó su última película, Los Tarantos, que fue nominada al Oscar como mejor película extranjera. 

En 1959, Barcelona le rindió un homenaje. La fuente de su barrio, en el Paseo Marítimo, fue bautizada con su nombre. Esa misma noche, ofreció un recital en el Palau de la Música, pero en medio de la celebración viene a contarla uno de sus parientes que unos gitanos de su barrio no habían podido acceder al auditorio por no llevar encima ni un duro. Carmen volvió inmediatamente a su barrio del Somorrostro y se pasó la noche bailando para ellos en plena calle. La recaudación del Palau de la Música se destinó a la construcción del famoso Hospital de San Rafael, en el Valle Hebrón de Barcelona. 

Y ahora, contamos su historia, una vida que solo se comprende en alguien que sólo tiene y desea un tesoro: su arte.

Nacida en el barrio gitano del Somorrostro, junto al mar, nunca vio otra cosa que flamenco y flamenco. Era hija de Micaela, gran bailaora de zambras y farrucas, y de José Amaya, guitarrista más conocido por "El Chino", fue la mayor de seis hermanos. Su tía, una bailaora conocida como "Juana la Faraona", fue quien la incitó a dedicarse al flamenco. 

Desde los cinco años acompañaba a su padre bailando por la calle y a los ocho triunfa en el Teatro Español, actuando con su padre y su tía.

En 1929, cuando se inauguró la Exposición Universal, Carmen Amaya bailaba y cantaba en el local más famoso de la época en Barcelona, el Villa Rosa. Durante la inauguración de la Exposición, Carmen fue la elegida para bailar frente al Rey Alfonso XIII en el Pueblo Español de Barcelona. Bastó que se le acercase un guardia para decirle que nada de trato y en su caso de majestad para que se dirija al rey y lo primero que le diga es "Va por usted, señor rey". En el lugar en el que Carmen Amaya bailó para el Rey Alfonso XIII, se encuentra hoy el Tablao de Carmen.

Tras el éxito de su actuación, su fama empezó a crecer fuera de Barcelona. Raquel Meller la contrató para actuar en París. 

En 1934 participó en su primera película, La hija de Juan Simón. Ya en 1935 actúa en el madrileño teatro de La Zarzuela con Concha Piquer y Miguel de Molina.

El estallido de la Guerra Civil la sorprende en Valladolid, desde donde huye a Lisboa. Desde allí decide dar el gran salto a América y viaja a Buenos Aires, donde obtiene un éxito tal que han de intervenir policías y bomberos para mantener el orden en las taquillas del teatro. El éxito es tan arrollador que acaba realizando una gira por toda América que dura 11 años. En 1941 se presenta en Nueva York, donde actúa en el Carnegie Hall y en el Radio City, donde da 9 representaciones diarias. 

ESTADOS UNIDOS

No fue a la escuela", recuerda el director del documental “Como quien oye llover”. "Como era analfabeta, la primera vez que intentó entrar en los Estados Unidos la deportaron por no saber firmar. Tuvo que volver a Cuba y aprender a escribir antes de volver a intentarlo". 

Llegó a Manhattan en 1941 para debutar en el cabaré Beachcomber acompañada del gran guitarrista Sabicas, con quien había huido de España.

Entonces, en el mejor momento de su carrera, el mismísimo Roosevelt, enterado del arrollador éxito de la española, la invitó a bailar para él. El avión privado del presidente llegó a la Gran Manzana para trasladar a la compañía hasta la Casa Blanca. Los gitanos del grupo, que nunca habían volado, tocaban la chapa del fuselaje una y otra vez, sin creerse todavía que aquello pudiera despegar. Comentan Pujol y García de Olalla que estuvieron a punto de tener que darles cloroformo para que subieran. "Lo que la gente no sabe es que Franklin Roosevelt estaba postrado en su silla de ruedas. Y que cuando vio aquel huracán de mujer con pantalones bailando sola en el centro del escenario, y a su alrededor todos los gitanos animándola con gritos y con palmas como ametralladoras, quedó tan conmocionado que le regaló una chaqueta con diamantes incrustados", rememora Diego Meza. 

Cuando salieron de allí, Carmen hizo jirones la chaqueta y repartió los diamantes entre sus gitanos. 

Es famosa la anécdota de las sardinas de Carmen Amaya en el Waldorf Astoria de Nueva York allá por el año 1941. Al no gustarles la comida americana, se fue con sus gitanos al Fishmarket (Mercado de pescado) a comprar sardinas y utilizaron los somieres de las camas como improvisadas parrillas. Esas sardinas fueron asadas en la Suite Imperial del hotel, quemando "un par de mesillas" valoradas en más de 900 dólares cada una ya en aquella época. El suceso fue publicado en la prensa de la época y escandalizó a la sociedad neoyorkina.

Carmen apareció en la portada de la revista Life y la admiraron los más famosos astros del cine y el arte. Desde 1942 en Hollywood, se convierte en una de las atracciones más grandes.

En esa década Carmen protagoniza diversas películas: El sombrero de Panamá, Sigan al chico, Sueños de Gloria, Piernas de plata, Carmen Amaya y sus muchachos, Los amores de un torero, Vea a mi abogado. 

Tras realizar varias giras por los Estados Unidos, realiza una breve gira por México y regresa a su casa de Buenos Aires. Allí, en 1946, muere su padre. Finaliza la Segunda Guerra Mundial y regresa a Europa, actuando en el Teatro des Champs Elysées de París. Ese año realiza innumerables viajes por toda Europa, Sudáfrica y Oriente Medio. 

Vuelve a Europa y se presenta en el Teatro de los Campos Elíseos de París, para hacerlo más tarde en Londres y en teatros holandeses, desde donde pasa a México y después otra vez a Nueva York y Londres, para seguir por Sudáfrica y Argentina, retornando a Europa.

En Londres, le felicita la reina inglesa, y aparece en la prensa una fotografía con el siguiente texto: «Dos reinas frente a frente». La Europa del norte, Francia, España, Estados Unidos, México y América del Sur son los itinerarios que sigue con su elenco en los años siguientes. 

En 1959, alcanza un gran triunfo en el Westminster Theatre de Londres y en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, inaugurándose en Barcelona la Fuente de Carmen Amaya en medio del homenaje popular; con este motivo celebra una función benéfica en el Palacio de la Música, que registró el mayor lleno de su historia. Su última película fue Los Tarantos de Francesc Rovira-Beleta. Reclamada por los principales coliseos del mundo, desde 1960 a 1963, año de su muerte por afección renal, vuelve a realizar continuas giras por Europa y América, hasta que su enfermedad se lo impide, estando en Gandía, tras haber bailado por última vez en Málaga.

Orson Welles dijo de ella: "Es la más artista de las bailarinas y la más genial de las artistas". 

SU MATRIMONIO

Durante esa época se une a su cuadro un guitarrista santanderino, "payo" pero amante apasionado del flamenco, llamado Juan Antonio Agüero, de quien se enamora perdidamente y con quien se casa el 19 de Octubre de 1951 en la iglesia de Santa Mónica de Barcelona. Llegó en un taxi a las 7 de la mañana a una iglesia de Barcelona rodeada de una docena de amigos. Su objetivo, como dijo, era casarse "de incógnito". Horas después ya estaban los dos subidos de nuevo al escenario. No tuvieron luna de miel. Años más tarde el marido declararía: "Dicen que no tuvimos luna de miel, pero no es verdad. Nuestra luna de miel duró desde el momento en que nos casamos hasta que Carmen murió once años después". 

Murió el 19 de noviembre de 1963 en su masía. 

Cuentan que los gitanos decidieron homenajearla toda la noche bailando, llorando y cantando. Al día siguiente a su entierro acudieron 20.000 personas. Hoy sus restos descansan en Santander, en el panteón de la familia de su marido.

Nadie ha vuelto a taconear como ella.
 

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