DIEZ MIL SOLES

Un viaje a Hiroshima. El Aleph, Borges.

El viajero quería decirlo todo en un momento, de una vez, quería que sus palabras encerrasen todo lo que Borges vio en el Alef, quería que sus palabras fuesen aquel sótano que permitía ver todo a la vez, el presente, el pasado, todo el mundo, todas las personas, toda la síntesis, todo en un punto, en un momento, en una sola palabra, Alef.

La letra alef (aleph) es la primera del alfabeto hebrero, y ser la primera significa un valor numérico (gematria) y su respectiva posición en la secuencia del Alef-Bet, una razón de ser de origen divino, el símbolo de la unidad. La Alef escrita minúsculamente significa humildad y pureza en el estudio, teshuvá y nexo de unión entre el cielo y la tierra. La ALEF no es únicamente la primera letra del Alef-Bet sino también del Decálogo (los Diez Mandamientos). La ALEF como símbolo de la unidad, de la individualidad, comprende en su esencia el alfabeto completo y es así símbolo del "eterno infinito" (Ein-Sof). 

En matemáticas, el número álef (aleph) indica la cardinalidad (o tamaño) de conjuntos infinitos. Cuando Borges escribió el Aleph, publicado en la revista Sur en 1945 y en el libro homónimo en el año 1949, ya se conocía la teoría matemática de los conjuntos infinitos, la que demostró que el todo no es necesariamente mayor que alguna de sus partes. Incluso el segmento más mínimo tiene tantos puntos como el segmento más amplio del universo. 

El viajero quería estar solo para comprender y cogió un vuelo a Hiroshima. No dijo nada, sabía que tenía que ir para comprender.

Llegó solo al museo y sintió sobre su cuerpo el fuego de más de un millón de grados, 10.000 soles juntos. 

Mientras el Enola Gay se alejaba a toda velocidad de la ciudad, el Capitán Robert Lewis, copiloto del bombardero (Robert Lewis), comentó: «Dios mío ¿Qué hemos hecho?».
 
El viajero volvió a sentir como el calor desintegraba su cuerpo y su sombra quedaba impresa en los muros. Se obligó a ver las fotos de las deformaciones humanas que había causado la radioactividad. La foto de aquel niño, la foto de aquel niño ... levanta los ojos y sigue mirando, la foto de aquel niño, yo no fui, .. fuimos todos, todos somos Hiroshima, lo llevamos en la sangre.

Volvió al aeropuerto, cogió el avión y desde el cielo no pudo ver la moderna ciudad en paz, solo veía el momento pasado, el pasado presente, solo podía pensar en una palabra: Aleph, porque viendo Hiroshima descubrió “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”.

Nunca tuvo fuerzas para recordar este viaje, nunca lo comentó con nadie, nunca volvió a mirar a la humanidad como antes. 

PÁRRAFO DEL CUENTO DE BORGES EL ALEPH.
 
Está en el sótano del comedor - explicó, aligerada su dicción por la angustia -. Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar. La escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph.

-¡El Aleph! - repetí.

-Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revelé mi descubrimiento, pero volví. ¡El niño no podía comprender que le fuera deparado ese privilegio para que el hombre burilara el poema! No me despojarán Zunino y Zungri, no y mil veces no. Código en mano, el doctor Zunni probará que es inajenable mi Aleph.

…..

¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.