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Notas de prensa del libro de masmasculino.com "Muchas historias para decirte que yo te quiero más. > Un hombre sólo es realmente un hombre cuando lo da todo por una mujer"


1 de diciembre  de 2017

VIAJE A LOS ENRIQUES

Un viaje de reyes.

Cayó la tarde en una fortaleza construida por Enrique II. Hoy es un hotel. Ella quería dejar las maletas y subir a la torre pero no la dejaron porque ya estaba anocheciendo.

La historia de Enrique II es curiosa porque es cainita pero ha pasado a la historia como el de las Mercedes, claro que se lo llamaban por todo lo que tuvo que regalar a los que le ayudaron a derrocar a su hermano Pedro el cruel, que era el hijo y heredero legítimo. 

Enrique era el cuarto de los diez hijos extramatrimoniales de Alfonso XI y de Leonor de Guzmán.

A la muerte del padre empezaron los problemas entre los dos hermanos, Enrique y Pedro, el legítimo. Enrique huyó a Portugal. Perdonado por Pedro I y vuelto a Castilla se lo agradeció sublevándose contra él en Asturias. Esta vez Enrique huyó a Francia. Desde allí volvió a guerrear con el hermano y Enrique fue proclamado rey en Calahorra (1366), pero a cambio tuvo que conceder títulos y riquezas, lo que le valió el sobrenombre del de las Mercedes.

Pedro I organizó una invasión de Castilla y derrotó a Enrique en la batalla de Nájera, librada el 3 de abril de 1367. Enrique volvió a huir a Francia. 

Al poco tiempo Enrique volvió y esta vez venció definitivamente a su hermano Pedro en la batalla de Montiel el 14 de marzo de 1369. 

Pedro I se refugió en el castillo de Montiel y para intentar salir del cerco intentó sobornar a Beltrán Du Guesclin. El caballero francés rechazó la oferta y le comunicó el hecho a Enrique, el cual le prometió la misma recompensa si conseguía llevar a su hermanastro hasta su tienda. Dicho y hecho.

Cuando Pedro I llegó hasta la tienda de Bertrand, apareció.

Hacía diecinueve años desde el fallecimiento de su padre, Alfonso XI.  En la lucha cayó Enrique debajo de Don Pedro, pero Du Guesclin les dio la vuelta diciendo:

-Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor.

Entonces Enrique hundió su puñal en el corazón de su indefenso hermano, matándole en el acto.  Esto ocurrió en la noche del 22 al 23 de marzo de 1369. 

Don Enrique, después de asesinar a su hermano, se cebó furiosamente en su cadáver profanándole bajo sus plantas y cortándole la cabeza. Pedro I el Cruel, a su muerte, contaba con 34 años de edad.

Lo más curioso de la historia es que poco antes de morir, Pedro I mandó asesinar a un fraile dominico porque tuvo el valor de advertir al rey que no fuese a Toledo.  El profético monje anunció al monarca que perecería luchando con su hermano Enrique.

Ya de noche fría, salieron de paseo a tapear pero se perdieron visitando iglesias. Ella sabía como hacer que se las enseñasen cuando iban a cerrar. No podían quedarse sin ver aquel arco mudéjar que acaban de descubrir cuando rehabilitaban la iglesia.

Se pasearon por encima de las murallas que rodean el pueblo. Vieron la catedral iluminada y la plaza del pueblo que es famosa por sus toros de carnaval.

Se detuvieron ante aquellos escudos torcidos de las casas señoriales, y que significaban que el señor era bastardo, como Enrique II, así que le regalaban el palacio, le daban el nombre, pero le hacían torcer el escudo de la entrada. 

Cuando amaneció, nada más despertar, se subieron por fin a la torre del castillo. Luego se fueron a tomar churros con chocolate a un sitio que les había recomendado una bruja de la noche.

En la catedral se encontraron con un hombre casi centenario que conservaba una magnífica memoria.

Les acercó a una tumba que estaba en la pared y les dijo que era de una mujer muy guapa de la que se encaprichó un general inglés, uno de los que echaron a Napoleón en una gran batalla de aquel pueblo. Un día la mujer calentó aceite y se desfiguró la cara para que no se la volviese a acercar.

Después de tanto monumento se dirigieron a la montaña más alta de la zona, donde hay un santuario que acoge la imagen de la virgen que apareció durante la reconquista. 

Hablaron con un fraile, casualmente dominico como el de la historia de los reyes, y les dijo bien (bene dicere).

De allí bajaron entre castaños y robles a ver los pueblos de la zona.

En uno de aquellos pueblos pararon en un mesón, en una mesa de la calle, dando la espalda al sol de invierno, y dieron cuenta de unos huevos fritos con jamón y vino de la tierra. 

De noche pararon a mitad de camino para tomar un café. Era otro castillo reconvertido en hotel. Contaba el viajero que uno de los descendientes de los señores de aquel castillo dio mucho que hablar en Flandes.

Aquel castillo lo mandó hacer un noble protegió de otro Enrique, el IV, el hermano de la reina Isabel la católica. Aquel rey que tuvo que llevar como testigos ante el Papa a unas prostitutas de Segovia, que acreditaron que aunque el rey mismo reconocía que no podía hacer nada con su mujer Blanca de Navarra, parece ser que en Segovia si podía con ellas, así que el Papa dijo que sería un hechizo, y todos contentos y cada uno por su lado.

Lo más curioso es que Blanca de Navarra llegase a renunciar en 1462 a sus derechos al trono de Navarra a favor de Enrique, al que invocaría como protector, en contra de su propio padre, Juan de Aragón. ¿Quién comprende a las mujeres?

Luego vino lo de su hija, Juana la Beltraneja e Isabel la Católica.

Estas son las cosas que el viajero iba contando mientras paseaban por el castillo y el pueblo medieval. De un Enrique al otro, de un lado de Castilla al otro. De castillo en castillo, de historia en historia, dejándose llevar por ella.

El viaje estaba acabando pero no querían que se acabase. El viajero propuso ir a otro castillo de un protegido de otro Enrique, el III. Ya no pudo ser.

No viajaban por los castillos, no viajaban por los pueblos ni por las catedrales, viajaban a través de las personas, los que se encontraban y los que son historia, eran viajes de esos que se sabe donde empiezan y que acaban donde pone fin el tiempo y la bolsa.

Eran de esos viajes que se viven porque esa es la esencia del viajero, viajar para vivir.
 


 

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