LOS NIÑOS JAIMITO Y LOS PADRES QUE NO SE RINDEN

Nadie cambiaría a sus padres y nadie cambiaría a su hijo. 

Los niños Jaimito son los que están haciendo una detrás de otra hasta que los padres se desesperan.

Van pisando todos los charcos que se encuentran. Si hay algo que no se debe hacer, si hay algo que se puede romper, si hay algo que no se puede decir, seguro que ellos lo harán.

Entonces los padres se preguntan ¿estará mi hijo bien de la cabeza?

Y los psicólogos les aseguran que está bien de la cabeza.

Y entonces por qué pisa todos los charcos, por qué tiene tan poca cabeza, tan poca previsión, por qué se mantiene el infantilismo a unas edades en las que no tiene sentido?

Seguramente será una forma de ser, seguramente será un infantilismo prolongado en exceso, quizás es la falta de relación con el mundo real, por ejemplo trabajar en cualquier sitio en el que sea un jefe quien le exija responsabilidades para que se dé cuenta de que el mundo no es un jardín de infancia donde ir cometiendo jaimitadas, una detrás de otra, hasta la absoluta desesperación de unos padres impotentes que ven como sus hijos destruyen su vida.

Y los padres sufrirán todas las jaimitadas y se desesperarán, pero como son padres que son seguirán al lado de sus hijos.

Seguramente les venga un profesor que les diga que hay niños a los que a uno le encantaría adoptar, pero que a su hijo nunca le adoptaría. 

Entonces verán lo que sólo pueden ver un padre y una madre en su hijo y se darán cuenta de la suerte que tienen y del gran error del profesor que hablaba sin sentido. 

Sin sentido porque no alcanza a ver la auténtica verdad, el verdadero conocimiento de las personas, un lugar a donde solamente se llega a través del amor. 

Qué suerte tengo con que sea mi hijo, le contestarán los padres. 

No dudaríamos en adoptarlo sin no tuviésemos la suerte de que es nuestro hijo. Usted sólo ve lo que está a la vista.

¿O ustedes no lo quieren ver?, les contestará el profesor.

Y cogerán de la mano a su hijo y saldrán del colegio sabiendo que cada vez que el niño (que ya no es un niño hace tiempo) se equivoque, se equivocan juntos. 

Todo lo bueno de su hijo es tan suyo como todo lo malo.

La tarea de los padres no es otra que ayudar a los hijos mientras puedan, y si pueden después, también lo harán.

Esa es la tarea de todos los padres porque ninguno de ellos cambiaría a su hijo. Son esos lazos invisibles que forman la vida y la dan sentido.

Nadie cambiaría a sus padres y nadie cambiaría a su hijo. Esto es algo que sólo lo enseña el doctor tiempo. El mismo doctor que le enseñará a Jaimito a tomarse la vida en serio.