VIAJE A TODOS NOSOTROS

Todos.

Venían de un camino malhumorado. Era una tarde de primavera echada a perder por esas tonterías que al poco se olvidan. 

Ella le dijo al viajero que a veces no se sentía la protagonista de la película. El viajero no comprendía nada porque son cosas que son muy femeninas y los hombres no alcanzamos a entender esas sutilezas.

Nosotros tenemos miedos de lo que ellas están viendo, ellas tienen miedo de que se recuerde lo que se ha visto. 

Caminando de vuelta al pueblecito de montaña con una preciosa iglesia medieval, se encontraron con unos ancianos a la sombra de un gran árbol. Les preguntaron por el recorrido de la antigua carretera que llega de la ciudad. Así empezaron a hablar hasta que se fueron todos y sólo quedó con ellos uno de los ancianos.

Y entonces el anciano les contó una anécdota que encierra toda la verdad de lo que somos todos nosotros.

Estaban en el bar del pueblo echando unas cartas. Todos se conocían. Todos sabían como pensaban todos. Entró un hombre al bar y uno le dijo: pero, tú no eres de los nuestros, verdad.

Entonces el anciano del árbol intercedió sin pensarlo y le soltó al que lo había dicho: ¡Y tú eres gilipollas!

El otro se quedó muy sorprendido porque el insulto venía de uno de los suyos.

¡Todos estamos revueltos!, continuó el anciano.

Se hizo el silencio y nadie más volvió a hablar, como si no hubiese pasado nada.

¡Todos estamos revueltos!, iba diciendo el anciano al despedirse. El viajero se secó las lágrimas y ella sonrió por primera vez en aquella tarde de primavera.